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Galileo Galilei
Eduardo Murillo Gil
El pensamiento, facultad inherente del hombre que le ha permitido diferenciarse totalmente del reino al que pertenece materialmente, llamándose por esta razón Homo Sapiens. El hombre por su pensamiento se eleva a las alturas, potenciándose espiritualmente y por medio de él se permite conceptuar, crear ideas o sentencias notables muy propias como colectivas.
El pensamiento, cualidad que nos permite reflexionar y por consiguiente razonar, examinando para formar hechos o cosas, en cuyas ideas se transmuta y finalmente se precipita concretamente lo creado, como los estudios filosóficos transmitidos de una persona a otra. Los diferentes factores que concurren e influyen en cantidad y tipo de ideas magistralmente planteadas, llegando a formar por el mundo del pensamiento, verdaderos filósofos o libre pensadores, los cuales han aportado sus pensamientos, transmutando en ellos su conocimiento científico y su inteligencia al servicio de la humanidad.
Los avances logrados por tan destacados pensadores de los siglos XVI al XVII, son creadores de métodos científicos y son el sustento en lo que infiere al pensamiento moderno. Evidentemente revelan un mundo nuevo en un cúmulo de verdades cognoscitivas de carácter filosófico y científico, cuyas ideas responden a la razón, sentando el advenimiento histórico de lo que más tarde se llamaría Edad Moderna.
El pensamiento y la inteligencia se utilizarán sin reservas, destacando en ello Galileo Galilei, quien junto con Newton, se le considera el más grande de los fundadores de la ciencia moderna. Los siglos XVI al XVII, responden por sus transformaciones de las ideas de la época, pues hacen posible que la humanidad entera se remonte al porvenir, descubriendo nuevas e innovadoras ideas, nuevas teorías, que responden a problemáticas de carácter social, político y religioso, sofismas y el dogma en desuso, fenómenos teológicos característicos de la Edad Media. Recordad que el Cerebro y el talento, son cualidades muy propias del hombre y una vez desarrollados y puestos en acción. ¡Adiós! Johon Locke.
GALILEO GALILEI. Nace en Pisa, en el año 1564, en el seno de una familia de reconocida raigambre cultural y humanística. A los 16 años ingresa a la universidad de Pisa conla intención de cursar estudios de medicina, pero su interés por las matemáticas y por la física, cargadas de atractivos en aquel tiempo, le hicieron abandonar la carrera iniciada. Cuando contaba veintiocho años fue nombrado profesor de matemáticas en la Universidad de Padua y, según cuentan sus biógrafos sobre su persona, allí confeccionó las Leyes del Péndulo, mediante la observación de las oscilaciones de una lámpara que colgaba del techo de la Catedral de aquella ciudad. Galileo fue uno de los personajes que con más calor y ardor defendió la teoría Heliocéntrica, lo que le acarreó serios disgustos con el poder establecido, especialmente con la Inquisición que, con su enorme y destructivo poder, le obligó a retractarse de sus ideas, después de haberle interrogado sobre su por entonces Heterodoxia Copernicana.
Construyó también un telescopio, al igual que lo hiciera Johannes Kepler, aventurando afirmaciones tales como que en la Luna había una orografía semejante a la de nuestro planeta;que el sol no era una sustancia perfecta, pues tenía manchas; que Venus atravesaba por fasescomo la Luna; que Júpiter tenia satélites y que la vía Láctea estaba formada por infinidad de estrellas. Descubrió, además, la importancia de la Aceleración en la Dinámica y fue el primero que estableció la denominada Caída Libre de los Cuerpos.
Su telescopio le reveló cuestiones hasta entonces inéditas, pero los tradicionalistas se negaron a mirar por él alegando que sólo mostraba ilusiones. Ya antes Lutero –lo que prueba que tanto como los católicos como los protestantes estaban contra el progreso– había dicho, refiriéndose a Copérnico: La gente presta oídos a un astrólogo advenedizo que se esfuerza por demostrar que la tierra gira, no los cielos o el firmamento, el sol y la luna. Cualquiera que desee parecer inteligente tiene qué idear algún nuevo sistema, el cual de todos los sistemas es, desde luego, el verdaderamente mejor. Este necio desea trastornar toda la ciencia de la astronomía; pero la sagrada escritura nos dice que Josué mando parar al sol, y no la tierra.
Y Calvino afirmó: ¿Quién se atreverá a colocar la autoridad de Copérnico por encima de la del Espíritu Santo? En este clima de intransigencia eclesial hacia todo lo científico se movería Galileo durante toda su vida, pero es desde el año 1610, fecha en la que es nombrado primer matemático de la corte de Florencia, cuando su enfrentamiento con la autoridad eclesial se hace patente.
Años más tarde, Galileo manifiesta su más firme repulsa hacia los estamentos religiosos por intentar prohibir aquello que ignoran y que, por lo demás, se basa en investigaciones llevadas a cabo con gran rigor y seriedad científicos. Luego le escribe una carta a Cristina de Lorena, gran Duquesa de Toscana, en la que defiende la Libertad de pensamiento científico, indicando que los teólogos no tienen por que inmiscuirse en lo que ignoran. En el año 1616, la obra de Copérnico es condenada por la Inquisición y Galileo es obligado a guardar silencio acerca de todo lo relacionado con la teoría Heliocéntrica.
Siete años más tarde ocupará la sede pontificia un papa considerado liberal en los ambientes cultos de la época y, además, había sido amigo de Galileo en otros tiempos, se trata de Urbano VIII. Merced a ello Galileo publicó varios escritos en los que explicita la metodología seguida por él en sus obras; se trata, como es obvio, de una epistemología científica y filosófica y, por lo mismo, alejada de cualquier veleidad teológica.
En el año 1638 concluye y publica su prestigiosa obra Discursos y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias, en la que expone sus teorías y descubrimientos más notables, tales como la trayectoria de los proyectiles y las leyes básicas de la mecánica; al mismo tiempo, realiza una crítica acerba del sistema aristotélico, lo que le enfrentará definitivamente con la iglesia y sus teólogos.
Cinco años antes, había sido obligado a redactar una vergonzosa carta de abjuración de sus ideas científicas, conocida por la abjuración de Galileo Galilei. Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vicenzo Galilei, de Florencia, de setenta años, siendo citado personalmente a juicio y arrodillado ante vosotros, los eminentes y reverendos cardenales, inquisidores generales de la República Universal Cristiana contra la depravación herética, teniendo ante mí los sagrados Evangelios, que toco con mis manos, juro que siempre he creído y, con la ayuda de Dios creeré en lo futuro, todos los artículos que la sagrada iglesia católica y apostólica de Roma sostiene, enseña y predica. Por haber recibido orden de este Santo Oficio de abandonar para siempre la opinión falsa que sostiene que el Sol es el centro e inmóvil, siendo prohibido el mantener, defender o enseñar de ningún modo dicha falsa doctrina; y puesto que después de habérmelo indicado que dicha falsa doctrina es repugnante a la Sagrada Escritura, he escrito y publicado un libro en el que trato de la misma y condenada doctrina y aduzco razones con gran fuerza en apoyo de la misma, sin dar ninguna solución; por eso he sido juzgado como sospechoso de herejía, esto es, que yo sostengo y creo que el sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la tierra no es el centro y es móvil, deseo apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todo católico cristiano esta vehemente sospecha, justamente abrigada contra mi; por eso, con corazón sincero y fe verdadera, yo abjuro, maldigo y detesto los errores y herejías mencionados, y en general, todo error y sectarismo contrario a la sagrada iglesia y juro que nunca más en el porvenir diré o afirmare nada, verbalmente o por escrito, que pueda dar lugar a una sospecha similar contra mi; así mismo, si supiere de algún hereje o de alguien sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor y ordinario del lugar en que pueda encontrarme. Juro, además, y prometo que cumpliré y observare fielmente todas las penitencias que me han sido o me sean impuestas por este Santo Oficio.
Muere en el año de 1642 Galileo Galilei, tal vez decepcionado de sus superiores jerárquicos, mas él, firme y consiente de la ignorancia y las incubaciones filosóficas a las que llega el fanatismo, la hipocresía del oscurantismo manifiesto de teólogos y autoridades eclesiales de la época, pues no se puede dimensionar la impotencia del hombre Galileo Galilei, ante el omnímodo poder eclesial ejercido en su contra por el Santo Oficio, el cual todo teníamenos lo de Santo. Galileo Galilei sigue en la historia universal, universidades y otras instituciones le recuerdan como quien, junto con el gran Newton, se la ha considerado el más grande de los fundadores de la ciencia moderna.