Decurso histórico de las Ciencias sociales y humanas

 Decurso histórico de las Ciencias sociales y humanas

Miguel Ángel Martínez Ruiz

Las ciencias sociales aparecen como el tercer continente abierto en el horizonte del pensamiento humano; el primero lo constituyen las matemáticas sintetizadas en la geometría euclidiana y el segundo es el de la física con Isaac Newton y Galileo Galilei, quienes son sus representantes más destacados.

En los albores de las ciencias sociales, los métodos de las ciencias naturales parecen ser la única alternativa posible de adopción, particularmente el de la física, que para el siglo pasado llevaba aproximadamente doscientos años de ventaja. Al procedimiento de investigación impuesto por Augusto Compte en su teoría positivista (la sociología) se le refiere con frecuencia como “Física social”.

Hoy parece aceptarse sin mucha discusión que a finales del siglo XIX con Ranke y Momsen en historiografía, así como Humboldt, Rask, Simon, Comte, Spencer y Marx en sociología, las ciencias sociales logran un desarrollo comparable con las ciencias naturales, sin embargo lo que parece evidente es que sólo posterior a la Revolución Francesa, la cuestión social representa un verdadero motivo de preocupación para la conciencia.

Las principales posiciones que surgieron en este campo fueron indiscutiblemente las positivistas decimonónicas de Comte y Stwart Mill, cuyos rasgos fundamentales están representados por el monismo metodológico (sólo se puede entender de una manera única), un modelo adaptado; el de las ciencias físico-matemáticas, una explicación científica y el control y dominio de la naturaleza como interés central del conocimiento.

El positivismo es acusado a menudo de hacer “física social” por sus principales detractores como Droysen, Dilthey, Simel y Max Weber, quienes al igual que los neokantianos de la escuela de Baden bien podrían ser ubicados dentro de una posición hermenéutica. Droysen, por ejemplo, establece la distinción entre “aplicación” y “comprensión”, pues para él, con un enfoque hegeliano, “el espíritu sólo puede comprender lo que ha hecho”.

Una posición queda clara, estos pensadores rechazan el modelo de explicación científica de tradición galileana, usada con frecuencia en occidente, e intentan una recuperación de la tradición aristotélica a través de Hegel.

Durante el periodo comprendido entre la I y la II Guerras Mundiales, se observa el resurgimiento de la lógica (que había reiniciado hacia el año de 1850) y para los años veintes irrumpe en el pensamiento la corriente conocida como el Positivismo Lógico, principalmente con Bertrand Russell y Wilgenstein, y el llamado neopositivismo del Círculo de Viena que inicia Moritz Slitz, y que da origen a la llamada Filosofía Analítica.

Para los nuevos positivistas, científico sólo puede ser aquel género de cosas que se basen en dos principios fundamentales: 1. La teoría de la relación lógico-matemática y 2. La verificación empírica de lo que se asevera. Rudolph Karnap precisa que es necesario “reconstruir racionalmente todos los enunciados de la ciencia unitaria, universal y lógicamente trabada”.

Algunos neopositivistas del Círculo de Viena, como Karnap, proponen la necesidad de superar la pseudociencia metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje y la creación de un lenguaje universal de la ciencia, hecho de símbolos nuevos, universales, unívocos y sin lastres históricos, y en otro sentido la verificación empírica de todas las afirmaciones dadas por científicas; esto significa que sólo se tendrá por verdadero y pleno de sentido lo que exprese un estado objetivo de cosas, demostrables a partir de experimentos.

Por su parte, Popper se opone a los postulados del Círculo de Viena argumentando que no todo conocimiento debe pasar por una fase de verificación experimental, afirma que la ciencia debe ser deductivista en su justificación, que la verificación en el positivismo lógico está ligada a un dogma empirista que resulta insostenible: “la certeza última es proporcionada por la percepción de los sentidos”, de esta manera la ciencia deja de ser un saber absolutamente seguro, para convertirse en hipotético, conjetural, renuncia a ser inductivo para ser deductivo, abandona criterios de verificación para seguir los de falsificación.

En ese sentido, Adorno, Marcuse, Fromm, Loventhal y Poloch siguen la línea hegeliano-marxista a la que intentan incorporar los elementos derivados de las aportaciones freudianas.

Otra fuerte oposición a la tradición positivista está representada por los integrantes de la Escuela de Frakfurt, cuya primera generación mantuvo una polémica permanente que ha continuado hasta nuestros días. En el año de 1961 el congreso de la Sociedad Alemana de Sociología vivió una marcada confrontación entre la corriente del Racionalismo Crítico de Popper y la Teoría Crítica de Adorno, polémica que fue continuada más tarde por los seguidores de ambos; H. Albert y J. Harbermas, respectivamente.

La Teoría Crítica no niega la observación, pero niega su primacía como fuente de conocimiento, tampoco niega la necesidad de atender a los hechos, pero se niega a elevarlos a la categoría de realidades per se; en ese sentido, Adorno afirma que “lo que es, no es todo”.

El Racionalismo Crítico reduce toda la problemática de la ciencia a cuestiones lógico-epistemológicas. La Teoría Crítica no lo niega, va más allá, Adorno propone los correctivos siguientes a los postulados popperianos: 1. Acepta la posición a este respecto sobre la tensión entre el saber y el no saber en el origen del conocimiento y 2. No acepta el reduccionismo popperiano intelectual-epistemológico, argumentando en torno a la realidad de los problemas, es decir, el problema de la creencia no se reduce a lo mental sino a lo real.

Para Adorno el método científico es único, pero no acepta el monismo metodológico de Popper, piensa que elevar a categoría de ciencia el método de las ciencias físico-naturales significa privar a las ciencias sociales del momento hermenéutico de la anticipación.

Para Popper y el Racionalismo Crítico la objetividad en la ciencia radica en el método científico de la fasificación. Horkheimer y Adorno no rechazan las aportaciones de la Lógica Científica y del falsacionismo, pero acentúan las particularidades de las ciencias sociales que generan diferencias sustantivas. Señala Horkheimer que la crítica que no es crítica de la sociedad carece de verdad en sus conceptos, según él, lo que distingue la Teoría Crítica de otras teorías es el interés emancipador o interés por la supresión de la injusticia social.

Desde el año de 1942, la corriente positivista en su versión de Filosofía Analítica trata de precisar el modelo de “teoría de cobertura legal”, esquema lógico básico (de explicación causal) de Popper que consiste en la aplicación del modelo nomológico-deductivo a la historia, contrariamente al modelo de Hempel, donde una ley es una implicación universal (todos los A son B), en esta postura parece haber una afirmación universal-accidental (empírico-contingente), que es distinta de una lógicamente necesaria.

Popper señala que las leyes históricas son algo familiar que damos implícitamente por supuestas y debido a su trivialidad no merecen una mención explícita.

En 1957 W. Dray responde a Hempel y Popper, apoyando en la razón por la cual las explicaciones históricas no se fundan en leyes generales, sostiene que las explicaciones históricas tienen sus propias particularidades lógicas, sin embargo –al decir de W. Von Wrighht—han quedado presas de cuestiones valorativas.

Por su lado, A. Ascombe centra el problema en la noción de intencionalidad, aclara la diferencia semántica y conceptual entre “comprensión” y “explicación”, volviendo la vista al concepto aristotélico de silogismo práctico, el que se maneja bajo el siguiente esquema A) El punto de partida de la premisa mayor del silogismo, menciona alguna cosa pretendida o la meta de actuación, B) La premisa menor refiere un acto conducente al logro, algo así como un medio dirigido a tal fin, y C) La conclusión consiste en el empleo de este medio para alcanzar el fin en cuestión.

G. H. Wright sostiene que el Silogismo Práctico provee a las ciencias sociales de lo que habían carecido metodológicamente: un modelo explicativo legítimo que constituye una alternativa definida al modelo de cobertura legal teórico subjuntivo, destacando que el Silogismo Práctico viene a representar a la explicación teleológica y a la explicación en ciencias sociales.

Alfred Schets, desde posiciones respaldadas por la fenomenología de Husserl, trata de reformular el carácter distintivo de las construcciones científicas naturales y sociales, se cuestiona por qué “el mundo social es siempre para el hombre un mundo con sentido estructurado significativamente”; de tal planteamiento se puede derivar un rechazo claro de Schets al positivismo que no ha sido capaz de captar “la amplitud de la complejidad del hombre” en su actitud natural. Las construcciones en las ciencias sociales, son derivadas de construcciones elaboradas por quienes las construyen –en la sociedad por supuesto— esto es, se trata de construcciones de construcciones.

Se afirma que la versión contra el positivismo –vía Hampel— ha sido particularmente fuerte desde los años 57/58 del siglo XX a través de la reivindicación de la explicación teleológica, sin embargo la polémica no ha concluido, la puesta en escena de la tradición aristotélica minando a Hegel, reencarnó en la segunda generación de la Escuela de Frankfurt con Habermas y Apel a la cabeza. Estos filósofos se apoyan en las posiciones hermenéuticas y neowiltgesteinianas para respaldar sus críticas al positivismo, a la vez que incorporan nuevos elementos respaldados en Kant, en la búsqueda de la diferencia sustancial entre Razón Teórica y Razón Práctica que Marx introduce en el siglo XIX con los errores del positivismo de moda.

Habermas, como casi toda la tradición filosófica de occidente, afirma que la razón es intersubjetiva, aporta muchos de los presupuestos de la filosofía del lenguaje. Para Austin y Scarle “las consecuencias de los aprioris o cuasi-aprioris de la comunicación esel rechazo de lo que Apel llama el último presupuesto tácito de la teoría del conocimiento positivista:”el solipsismo metódico”. Habarmas indica que si los positivistas entendieran que en ciencias sociales el verdadero límite es comprender los fines y motivos por los que acontece un hecho, (lo cual es distinto de una explicación causal), estaríamos en el camino de la complentariedad de los métodos: la clarificación del “erklären” y el “verstehen”.

Para la segunda generación de la escuela de Frankfurt, tanto la comprensión como la explicación deben estar orientadas hacia el interés emancipativo, dirigidas a lograr una sociedad buena, humana y racional, donde los individuos puedan ser considerados realmente como personas, aquí aparece la tradición aristotélica que apunta en la misma dirección.

Terminaríamos mencionando que, como es de suponerse, el asunto no termina aquí, continúa la polémica con otras corrientes y enfoques, la Escuela de Erlanger y el pensamiento constructivo versus el Círculo Hermenéutico.

A manera de conclusión.

1. No existe acuerdo sobre la fundamentación de las llamadas ciencias humanas y sociales. Hay varias las teorías y enfoques que se encuentran a la búsqueda de su epistemología (Positivismo, Hermenéutica, Fenomenología, Lingüística, etc.).

2. Los orígenes de estas posturas antagónicas bien se pueden ubicar en la tradición aristotélica (fenómenos inteligibles teleológicamente) y la galileana (explicación científica, explicación causal).

3. Desde finales del siglo XIX, el debate se torna frontal, y la tradición aristotélica repunta contra el positivismo (fenomenólogos, hermenéuticos y dialécticos).

4. Las alternativas neopositivistas son incompatibles aun entre sí.

5. Tal vez tengamos que reconocer que lo único claro es el rechazo a los exclusivismos, la explicación de las ciencias no es sólo causalista ni sólo teleológica o hermenéutica, debemos comenzar a considerar seriamente el postulado de complementariedad.

Bibliografía:

Adorno, Th. W. et al.- La disputa del positivismo en la Sociología alemana. Grijalbo, Barcelona, 1973.

BACHELARD, G. La formación del espíritu científico. Siglo XXI, Madrid, 1974.

HEMPEL, C. G. Filosofía de la ciencia natural. Alianza Universidad, Madrid, 1977.

MARDONES, J. M. y URSUA, N. Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Fontamara, México, 1995.

Isauro Gutierrez