La muerte de la muerte

 La muerte de la muerte

Héctor Guzmán Nava

 

La muerte se define como la cesación o término de la vida, teniendo como símbolo la figura del esqueleto humano y que suele llevar al brazo una guadaña.

Muerte es el término griego tánatos, y en lo corpóreo es necros, cadáver; en latín la muerte es –mors

El discurso que se elabore como reflexión sobre la muerte refiere al concepto tánatos, cuya comprensión dialéctica está dirigida a entender violencia en la historia, a la destrucción del hombre, su sociedad, en tanto amenaza permanente para cualquier nación, que incluye a la nuestra. ¿Todos los hombres se plantean cómo escapar de la autodestrucción y de la muerte?

Por supuesto que si, en cuanto que el hombre llega a tener conciencia de los momentos de su existencia derivados de saberse que se mueve por la acción de esos tres momentos de cerebración que buscan dar sentido a su acto de vivir y habitar el mundo por medio del instrumentar, sepa o no sepa, qué son el cerebro reptílico, el cerebro límbico y cerebro cortex, que la contemporánea ciencia de la neurología ha desarrollado y sistematizado como conocimiento objetivo trascendente.

El hombre nacido en un sistema sideral que tiene casi 5 mil millones se años, toma el paisaje terrenal y espacial, proveniente de accionar la fisiología neuronal de millones de células que conforman su cerebro, las cuales determinan todos sus actos, sean racionales, instintivos, emocionales o sentimentales.

Un recopilador y divulgador de la ciencia, español, Eduardo Punset, autor del libro “el alma está en el cerebro”, con este trabajo que escribe, con la aportación al tema de los más destacados investigadores de la neurociencia al siglo XX y lo que va del XXI, que es una aportación al evolucionismo teórico y metodológico, que con sus argumentaciones limitan la vetusta y estrafalaria tesis del creacionismo y diseño inteligente del universo.

La liberación de nuestra especie estará definida por entender el dilema eros y tánatos, la vida y la muerte, con los ojos de un espíritu iluminado bajo una nueva luz; el alma sigue en el cerebro

Vivimos en un extraño mundo y hablamos y retratamos al mundo y a los hombres con un lenguaje extraño, porque es un mundo de hombres enfermos, y que no puede salvar los escollos porque está plagado de tecnicismos, lo cual es lo que debemos tener claro, y al desecharlos, enfrentar el extraño mundo que es la realidad en que todos nosotros vivimos, en la alienación conceptual heredada que es desfiguradora de todo cuanto referimos

El psicoanalista Norman O. Brown en su libro “ eros y tánatos” (ed. Joaquín Mortiz) dice que la humanidad no tiene idea de lo que realidad quiere, diciendo argumentativamente: “empieza también a ser evidente que la humanidad, inconsciente de sus deseos reales y, por ello incapaz de obtener la satisfacción, es hostil a la vida y está dispuesta a destruirse a si misma”; es pues que en el instinto de la muerte hay un irreductible obstáculo en el camino de la salud emocional con cualquier terapia, ello se ha explicado, puesto que la base de la neurosis humana es el conflicto, las polaridades que se desarrollan en el nivel humano deben existir, pero no como conflicto y, por consiguiente, como algo no diferenciado en el nivel animal, pues el ADN refleja en el árbol de la vida a todas las especies en un evolutivo antiguo parentesco .

“El hombre separa a los contrarios, los vuelve uno contra otro”, en la frase de Federico Nietzsche, pone la vida cortando en la vida “aquí se logra ese privilegio del hombre de rebelarse contra la naturaleza y enfermarse en la búsqueda de su afirmación como autoconciencia humanizada.

Es de leerse un buen libro del psicoanalista Erich Fromm, llamado “El Corazón del Hombre” (F. C. E.) (1964) con el cual quiso, por demás, que su experiencia clínica y su especulación teórica de los distintos tipos de agresión y del instinto destructor, la necrofilia pues, se acercara con ello, con mucho, no al estudio del mal, sino a conocer, en términos de saber de la elección entre el bien y el mal, no maniqueamente, sino en la real eticidad admirada por la estética; “lo bueno es bello según lo sentenció el socratiano Platón 500 años a.c.”

El amor a la vida es amor a la independencia y a la superación de todo narcicismo, que refiere el “síndrome de crecimiento”, y que lleva a su lado al otro, “el síndrome de decadencia” dialectizándose de esta forma el amor y la muerte.

Un escritor como el chileno Pablo Neruda, en su libro, de los tantos poemarios conocidos, “Residencia en la Tierra”, me sirve un párrafo del poema “Sólo la muerte” para atisbar el camino de los hombres por la vida hacia la muerte, que dice en cita lo siguiente:…

 

Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,

Lame el suelo buscando difuntos;

La muerte está en la escoba,

En la lengua de la muerte buscando muertos,

Es la aguja de la muerte buscando hilo.

 

Es de regresar a la prosa que llevaba para hacer aparecer por medio de la argumentación Hegeliana (de parte) de su “humanismo dialéctico”, donde es el espíritu desde el cual habrá que asaltar este campo temático, primero por la crítica racional, por el realismo que debemos asumir y, en segundo, por la fe racional en las situaciones y condiciones que objetivan el asunto para poder describirlo de manera más clara y precisa.

La historia del hombre hasta nuestros días está escrita con sangre de hombre, “… la historia de la humanidad viene chorreando de sangre” esto lo escribió Carlos Marx en uno de sus libros sobre la interpretación materialista de la historia.

¿Cómo prestar ayuda a los hombres sufrientes? He aquí el verdadero asunto que estamos tocando y, por ello, sea comprensible por todos los hombres, aun en su arrogancia y soberbia, puesto que “tienen -diría unánimemente- hambre de inmortalidad”, primero esto rebela mucha, demasiada ambición por la posesión de cosas de todo tipo y, segundo, por su desmedido temor a la muerte física de cada uno de ellos, quienes habitan frívola y ligeramente el mundo, como si este fuera un merecido regalo para sí y que, además denota un manifiesto narcicismo maligno.

El o los hombres, muchísimos, desconocen lo mágico del “mecanismo de la vida” puesto que está orientada su atención (instintiva) donde priman sus “creencias” en que sólo se puede llegar al éxito y al progreso, al triunfo, aplastando a los demás, donde no importan los medios para lograrlo, el fin lo es todo, esta es la historia vieja del hombre, en tanto especie, es historia del despojo, historia del crimen y del asesinato sobre este milenario paisaje tan antiguo, que el hombre y sus bestiales formas de hacerse valer utiliza para lograr tener preeminencia al lado y sobre los demás hombres, sus congéneres.

La muerte festinada por las distintas culturas, por todos los pueblos diríamos, es y ha sido el más patético de los espectáculos muy poco tolerable a los ojos del propio ser humano, sobre todo porque se niega a ver que los otros hombres de al lado tienen creencias de sí mismos con amor a la vida toda, y no como hombres sufrientes.

El mecanismo de la vida es lo que dice el organismo en cuanto símil que se explica ser un laboratorio en el que se encuentran interpenetradas las posibles explicaciones de la biología, la física y la química, encerradas en un solo envoltorio llamado cuerpo humano; acercarnos a entenderlo, es por el amor hacia los misterios de la naturaleza, la materia y la energía.

Aquí la condición humana se rebela verbalmente en las muchas y variadas angustias   de las distintas épocas, donde los estados de conciencia colectiva y la condición real más enraizada en la vida y en la historia, será la actitud de nuestro hombre hacia su propio destino en la cultura de la muerte, después de la vida desde los fósiles muertos antepasados hasta nuestros días.

Este tema lo determina su propio clima espiritual, que reflejara con relativa fidelidad el clima propio de nuestras circunstancias geopolíticas, antropológicas, sociológicas y psicológicas, en donde la tensión social se dirige como esfuerzo, como pulsión, para encontrar mejores condiciones de vida (biofilia), pues son muchos los pobres en una sociedad donde son muy pocos los ricos; por lo cual se vive en una estructura social injusta, la de los países desarrollados y la de los muchos países emergentes. Dice esto que continua y continuará la lucha donde siempre estará la muerte entre conservadores y los románticos revolucionarios.

¡Nada se detiene ni nada se detendrá jamás ¡

Por esto los hombres quieren escapar de la tortura que les provoca la fúnebre palabra muerte, es más, el hombre común cuasi-ilustrado, cree que es un instrumento diabólico contra la felicidad, por lo que se ve con rencor arrebatado para reclamarle a todos los dioses el por qué no dejarlos vivir, cree mal de sí mismo en esta reflexión dolorida. Es un inmediato sentimiento de sí, es exclusivo de su organización anima,l enfrentando vía instintiva con toda la multiplicidad de sus sentidos, para realizar su auto-conservación y su reproducción sea privada o pública, su manipulación subjetivizadora.

La vida y la muerte, dicotomía de la existencia de los seres vivos en su inmediatividad, será naturaleza exterior que aparece en las formas más miserables de organización, como especie de lo menos animal que le sea posible, en donde el sentimiento de inseguridad, de angustia, de infelicidad, queden precisados por el individuo desenagenado para que no se mate a sí mismo y, en palabras de Federico Hegel “haga su vida y llegue a hacerle un habito”. (Fenomenología del espíritu). “

Todo lo que en mi conspire a romper la unidad y la continuidad de mi vida -son palabras de Unamuno “El sentimiento trágico de la vida”– conspira a destruirme y, por lo tanto, a destruirse” con lo que rechaza todo intervencionismo de hombres y pueblos contra otros hombres y otros pueblos, donde habrá vencidos y degradados, eliminados por la arrogancia de los vencedores, olvidando la soberbia que al fin y al cabo no somos nada en el universo, sólo lo somos para nosotros en nuestra finitud temporal y espacial de ese gran todo efímero que ira a la nada donde iniciará el nuevo camino del existir.

Esto es pues, la muerte, también tiene que morir por su propia dialecticidad que le da la vida en el mundo de lo humano.

Es cuanto

Isauro Gutierrez