La Educación en la Edad de Hierro y el Pensamiento Griego
Vicente García Rocha
En esta segunda entrega, trataremos sucintamente los cambios ocurridos en lo social y educativo, durante la antigüedad clásica, en el siglos X al VIII a C.; Según Santoni Rugiu[1] con el descubrimiento del hierro, que coincidió con las oleadas de las invasiones de los dorios, se da la decadencia de la edad de bronce y se desarrolla plenamente la edad de hierro. De este período datan los poemas homéricos; el relato de los trabajos de Aquiles, Ulises y socios; de las grandes historias de amor como la de Helena y Paris. Pero esta maravilla poética canta la vida de personajes fabulosos; poemas de tal belleza y que ciertamente utilizan material poético e histórico heredados de los cármenes heroicos, testimonios de las glorias de los siglos anteriores.
La civilización griega, incluida su ciencia, es esencialmente una civilización de la edad del bronce y de la edad del hierro; en la Grecia posterior al año 1000, a. C. se dieron desplazamientos de poblaciones, se introdujeron nuevos modos de vida y nuevos instrumentos de comunicación entre los hombres, uno de estos últimos es importantísimo: la escritura, a la que entendemos como tal como un sistema de signos convencionales trazados de tal modo que les permita al que lee y al que escribe entender el mismo mensaje.
Pero la escritura como medio de gobierno o de comercio nació cuando la organización social adquirió cierta complejidad. “Para los primeros aqueos esta necesidad ya se había dejado sentir, las nuevas necesidades de la sociedad hicieron surgir la escritura y la tendencia a dividir la sociedad en dos clases: una obrera y otra administrativa”[2].
Lo anterior, permitió que algunas categorías de producción de mera subsistencia de la familia o de la pequeña comunidad pasaran a la de mercadeo, para poder también vender o cambiar, no es difícil admitir que en aquellos siglos del advenimiento de la edad de hierro se produjo una verdadera revolución industrial y con ello, profundos cambios sociales y culturales, similar al fenómeno europeo de los siglos XVIII y XIX, consistente en el paso del artesanado y manufactura a la gran industria. El mismo autor que citamos, dice con cierta originalidad:
“…La ciencia se desarrolla en estrecha conexión con las fases de progreso humano… Con el desarrollo de las clases sociales surge la necesidad de un tipo de ‘nueva ciencia’ que podría definirse como el ‘sistema de comportamiento con el cual el hombre adquiere dominio sobre el hombre…’[3]
El historiador Horodoto, describe los procesos anteriores cuando dice: “…son menos apreciables quienes aprenden un oficio que el resto de los ciudadanos…” Eso era cierto, más para unos oficios que para otros, el herrero, el ollero, el campesino descendieron cada vez más en la escala social. Pero el escriba se volvió un elemento integrante de la administración. “la capacidad del herrero, el ollero y el campesino resintió el desprecio que caía sobre el hombre: en cambio todo lo que estaba escrito fue tenido en gran estima”[4]
El escriba gozaba cada vez de mayor consideración de sabio y casi omnipotente en la esfera político-económica, ayudó a entender el cómo de aquella época, entre la prehistoria y la historia, nació la profunda diferenciación social entre la gran masa que no posee los instrumentos culturales esenciales y la limitadísima élite que los posee, la cual es por eso mismo subordina a su dominio. Aunque los tiranos y reyes de entonces (y de ahora) eran casi todos analfabetas tenían a su servicio a los escribas, cuyo arte era considerado por el pueblo, punto menos que mágico. Ellos, se limitaban a trasmitir el secreto a sus propios hijos y unos cuantos, por ello, durante largo tiempo son respetados y muy admirados.
La educación o los elementos básicos, partía de ésta para todos los demás, incluidas las familias de reyes y de grandes señores, la enseñanza de conocimientos se hacía por trasmisión oral y la educación se desarrollaba mediante la lenta absorción de los modos de sentir, pensar y actuar del ambiente vivenciado, tanto en la vida palaciega como en las casuchas de los campesinos o de los artesanos.
Ante la evidente crisis al final de la edad de bronce se trató de reactivar el comercio, extendiendo el uso de la moneda que permitía las operaciones de compraventa sin recurrir al viejo y complicado sistema del trueque, pero la difusión del uso de la moneda implicó la intervención de cambistas, banqueros y contadores; profesiones que se desarrollaron en proporción mayor que antes, además de que ninguno de ellos podía prescindir de la escritura para llevar los inventarios y cuentas.
Una necesidad práctica motivó la invención de un instrumento cultural fundamental, la escritura alfabética; emprendedores mercaderes elaboraron una especie de alfabeto, un código fonético, en el cual un determinado signo corresponde a un determinado sonido, dejando de lado el complicado sistema ideogramático de jeroglíficos egipcios, abandonando asimismo los signos cuneiformes silábicos de los babilonios. Esto permitió a muchos mercaderes chicos y medianos independizarse de los monopolios de los reyes y de los grandes señores. Farringtón citado por Santoni Rugiu, dice:
“…Aquella invención democratizó el aprendizaje de la lectura y la escritura, aboliendo el fatigoso aprendizaje con el cual los escribas de las antiguas civilizaciones adquirían la capacidad de escribir de modo eficiente en caracteres cuneiformes o en jeroglíficos. La democracia griega no habría podido existir sin todo eso, o sea sin la difusión del hierro y la adopción de los caracteres alfabéticos…”[5].
La moneda nace bajo las siguientes situaciones, después de haber superado el impacto de los conquistadores y de la lenta integración de los barbaros dorios y el logro de espacios autónomos, las poblaciones de origen helénico pudieron volver a expandir las actividades comerciales por mar. Para nosotros en la actualidad, acostumbrados al empleo cotidiano de la moneda, nos es difícil imaginar cómo era el mundo antes de la introducción de este capital. Los productos del trabajo del hombre tienen para quien los produce un valor de uso, es decir, valen en relación con el uso que ellos mismos permiten; el valor por tanto, de un producto es elevado, si éste se considera esencial, si la producción es inferior a la demanda, estableciendo así la mercancía de las mercancías, el dinero o moneda.
Los dorios, dice la Espasa[6] es un pueblo enérgico de carácter grave y pensador; el dórico es el dialecto de la poesía lírica de Píndaro y de la pastoril de Teócrito, así como el lenguaje de los filósofos pitagóricos y de las obras dramáticas de la antigua Sicilia. La ciudad de Cuido, se conformó en confederación con las ciudades dóricas de Asia menor y las islas del archipiélago en la que se integraron Halicarnaso, Jalisos, Cos, Luidas, Camiros, las asambleas se celebraron en Triapio, ahí se realizaban los juegos en honor de Apolo con sus ninfas y las de Neptuno.
Al circular la moneda, los mercados se vuelven tan importantes, que el corazón de la vida productiva se desplaza del campo a los lugares de mercado, en torno a los cuales surgen habitaciones, tiendas, almacenes, poco a poco nace la polis griega, ocurrió hacía el año 1000 a. C., auspiciado, además, por la necesidad de refugiarse en conglomerados por causa de la invasiones dóricas.
El incremento de las actividades comerciales en los mercados de las polis griega, la difusión de utensilios de hierro, la circulación del dinero para el intercambio de excedentes en la producción agrícola, pastoril y artesanal, sólo ahora permiten sentar las bases de la ética aristocrática: el concepto de la areté, síntesis de prestancia física y disciplina militar que se remonta al origen, raza, tradición; la kalokagathía, equilibrio ideal entre cuerpo y espíritu, entre las cualidades físicas y morales; la sophrosyne, dominio ideal de sí mismo, disciplina y mesura. Valores y virtudes todas ellas evidentes en los héroes homéricos, que también subrayan los poetas líricos griegos, Calino y Tirteo. El primero de ello vivió en la Jonia del siglo VII a. C. en el momento de su máximo desarrollo. El segundo, Tirteo, cuyas intensiones pedagógicas resultan del título que él mismo quiso dar a sus elegías: Exortaciones. Los espartanos lo veneraron como héroe nacional aunque era ateniense, tampoco era capitán, ni siquiera soldado, era sólo grammatistés, modesto instructor que enseñaba los primeros rudimentos del saber y comportamiento; se dice que sus versos inflamados incitaban a los jóvenes espartanos a victoriosos combates contra Mesenia.
El didascálico Teogonis, no sólo poeta, sino también guía de vida y valores para el público que se expresaba en forma de ipotéche, que en griego quería decir precisamente orientaciones educativas, se lanza en contra de la nueva burguesía de los negocios, que estaba poniendo en crisis la idea de que la virtud, riqueza y poder eran trinomio inseparable, estaba sustituyendo irreparablemente este antiguo valor con la tendencia de la igualdad entre todos los ciudadanos.
- Jaeger, autor de la Paideia sobre la formación del hombre en Grecia, citado por Santoni Rugiu, señala:
“…Las dos principales muestras de esta reacción en el tránsito del siglo VI al V, Píndaro de Tebas y Teogonis de Megara están embebidos de un áspero orgullo de clase. Se dirigen a la clase de los dominadores aristocráticos, ambiente que políticamente se contrapone, hostil y cerrado al carácter jonio, pero el mundo aristocrático de Píndaro y Teogonis, no duerme ya su sueño tranquilo…”[7]
Jeager, parece querer decir que los dos poetas, personifican “la actitud recurrente, de la cual la historia nos da tantos ejemplos en todas las épocas, de quien mira con nostalgia los privilegios perdidos por la clase antes dominante, superados los cuales parece que no pueda ya haber una educación válida.”[8] En el sentido de cómo Píndaro ve a la educación, sería un proceso de afinación de dotes innatas, por tanto, únicamente posible para los vástagos de la aristocracia que las traían en la sangre y no tendría ninguna función válida para la movilidad social, como lo consideramos válido de la educación contemporánea.
Bibliografía:
Enciclopedia universal ilustrada europeo americana, Espasa Calpe.—Madrid: Espasa Calpe, 1929. v.18, p.2024-2025
FARRINGTON, B. La ciencia griega de Tales a Aristóteles.—Buenos Aires: Lautaro,1947. p. 20-24
SANTONI RUGIU, Antonio. Historia social de la educación: de la educación antigua a la educación moderna.—Madrid: Imced, 2003. p.28-41
[1] Antonio Santoni Rugiu. Historia social de la educación.—1ª. ed.—[Morelia; Imced, 2003] p.34-42
[2] B. Farrington. La ciencia griega de Tales a Aristóteles.– Buenos Aires: Lautaro, 1947. p.24
[3] Idem p.24
[4] idem
[5] Santoni Rugiu…Op. cit. p.35
[6] Enciclopedia universal ilustrada Espasa Cálpe.—[Madrid: Espasa Cálpe, 1929] v- 18, p.2024-2025
[7] Antonio Santoni Rugiu…Op. cit. p. 41
[8] Idem