La Revolución de Ayutla y la Guerra de Reforma: Los Bandidos de la Cruz


Vicente García Rocha
Continuamos con nuestras síntesis comentadas de los hechos que nos parecen más relevantes en una de las obras de Martín Moreno, he aquí la reseña del capítulo 3: Los bandidos de la Cruz.
Los personajes que tarde o temprano determinarán el futuro de México son los grandes actores de la escena política mexicana de mediados del siglo XIX, figuras desconocidas en su mayoría, pero que jugarán papeles determinantes como diseñadores del destino, forjándolo.
Aparece don Benito Juárez García, instalado como gobernador de Oaxaca desde 1847, durante los últimos días de la guerra contra de Estados Unidos. Además de sus apuntes acerca de una nueva Carta Magna, lleva consigo un sólo libro, la Constitución de 1824.
José Ignacio Gregorio Comonfort Ríos, nacido en Puebla, en 1853 es administrador de la Aduana de Acapulco, nombrado por Santa Ana después de haber ejercido diversos cargos legislativos. Melchor Ocampo se presenta como ex gobernador de Michoacán y como ministro de Hacienda en 1850; Santos Degollado, diputado y ex gobernador, también de Michoacán en 1848, Jesús Ortega, ilustre zacatecano, hombre de armas y distinguido político de corte liberal; Miguel Lerdo de Tejada, regidor de la ciudad de México en 1852.
Desde que conocimos la máxima del filósofo español, José Ortega y Gasset: El hombre es él y su circunstancia, entendimos como se forjó el acero. La vida de Juárez se puede resumir desde que ingresó a un seminario oaxaqueño, con la idea de convertirse en sacerdote, pero poco después la vida le hace dar un vuelco a la abogacía. Con el grado de teniente lucha durante la invasión de Barradas en 1829, el último intento de España para recuperar la gran joya de la corona, después da clases de física y de derecho canónico y civil. Lo que tal vez marcó su carrera política desde muy pronto, fueron los sucesos del pueblo de Loxicha,hechos ocurridos cuando todavía el fuero clerical impedía que los sacerdotes fueran juzgados por tribunales civiles.
Es con esta experiencia que el Benemérito de las Américas llegó a conocer en carne propia el omnímodo poder de la iglesia católica, al constituirse en una de sus victimas.
Un grupo de indígenas igual que él contrataron sus servicios como abogado para que los defendiera ante los excesos del cura de la localidad, quien cobraba obvenciones parroquiales, es decir cobros por casar una pareja o por conceder la extremaunción a un moribundo, con aranceles mayores a los autorizados. Demandado el sacerdote de marras, encorajinado, hizo encarcelar a los ciudadanos inconformes, incluido por supuesto, su representante legal don Benito Juárez García.
Privado de su libertad, por un verdadero atropello, lo que revela el contubernio e íntimo maridaje de corrupción entre la autoridad civil y el clero. El indio de Guelatao, humillado, impotente y frustrado, resolvió a partir de entonces, luchar por destruir el poder funesto de las clases privilegiadas y por la separación definitiva , política y jurídica, de la iglesia y del Estado. Comenzaría por derogar cualquier fuero eclesiástico, impondría el principio de igualdad ante la ley. Nadie podría ser juzgado por tribunales especiales.
Otro garbanzo de a libra, que también se forjó en el crisol de las injusticias, fue gobernador de Michoacán, don Melchor Ocampo, con justeza llamado el segundo padre de la patria y filósofo de la Reforma, también vivió una experiencia traumática, similar a la de Juárez, que lo dejó marcado para siempre.
Don Melchor Ocampo, gobernador de Michoacán en1851, tuvo noticia de un caso indignante de una mujer humilde que había solicitado al cura Agustín Dueñas que enterrara gratuitamente a su difunto marido, pues estaba postrada en la más espantosa miseria y carecía de recursos para pagar los gastos del entierro. El sacerdote, verdaderamente harto de encontrarse con la esposa afligida ya fuera en entrada de la sacristía o a un lado del altar, siempre suplicando, o en el portón de la parroquia, desesperada por no poderle dar a su conyugue cristiana sepultura, el padrecito, una mañana de febrero de ese año la tomó por los hombros y viéndola directamente a la cara le disparó estas palabras en pleno rostro: — Pues si no tienes con que enterrarlo, sálalo y cómetelo, porque yo no he de dar caridades al vicario, al sacristán y al campanero.
Informado Ocampo por el caso, lo encaró con la siguiente amenaza: –O les concede usted todas las bendiciones del caso y entierra este humilde difunto o yo los entierro a los dos juntos…de modo que escoja. Lo anterior no sólo fue suficiente para que Ocampo, indignado, pagara los gastos del sepelio, sino para que pusiera en la mesa de los debates algunas de las ideas generadoras de la Constitución de 1857 y de la Reforma en 1859.
Podemos afirmar con la Enciclopedia de México que el constituyente de 1857, más que intereses económicos o sociales en concreto, estaban representados, en abstracto, intereses políticos. Los líderes del grupo moderado eran hombres eminentes e ilustrados a la par que eruditos y honorables, como Luis de la Rosa, José María Lafragua, Antonio de la Fuente, José Eligio Muñoz, Ignacio L. Vallarta, Joaquín Cordero, Antonio Martínez de Castro, Pedro Escudero y Echanove, Mariano Núñez y Justino Fernández entre otros.
Los liberales radicales, igualmente tenían a distinguidas personalidades que destacaban por su talento, espíritu revolucionario y genio político, entre ellos, Valentín Gómez Farías, Melchor Ocampo, Francisco Zarco, Ponciano Arriaga, Ignacio Ramírez Calzada, Guillermo Prieto, Félix Romero José María Castillo Velasco, Santos Degollado, José María Mata, José María Cortés Esparza, León Guzmán e Isidoro Olvera.
Todos ellos hicieron posible la Constitución Política de 1857, sustentada por la filosofía especulativa de Juan Jacobo Rousseau, que proclamaba la libertad, la igualdad y la fraternidad, atribuyendo a estos principios la calidad de los derechos naturales inalienables e intangibles. La Constitución es un compendio de garantías, las libertades y los derechos que el poder público reconoce y sanciona a favor de la persona humana, del individuo en particular. Consagra la libertad de pensamiento, la libertad de enseñanza, la libertad de tránsito, la libertad de trabajo, la libertad de asociación y todo un conjunto de garantías a favor de los mexicanos, con miras de protegerlos de arbitrariedades y atropellos de autoridades despóticas y abusivas.
Destacan los derechos de petición, la abolición de la prisión por deudas, abolición de la pena de muerte, prohibición de acaparamientos y monopolios, abolición de fueros y títulos nobiliarios y la creación de la suprema garantía, el juicio de amparo. Se estableció el sistema del sufragio universal, la supresión de fueros y la desamortización de los bienes de la iglesia y la consagración definitiva del federalismo y se agregó el carácter de República representativa y popular.
En el bando conservador, encontramos a ensotanados y purpurados como José Lázaro de la Garza y Ballesteros, nombrado arzobispo por una bula papal en1850, al igual que Clemente de Jesús Munguía y Núñez, elevado al rango de obispo de Michoacán en ese mismo año. Antonio López de Santa Ana, quien se hizonombrar Príncipe Presidente, Dictador y Su Alteza Serenísima.
Antonio Haro y Tamariz, ministro de Hacienda del César mexicano en su última administración. El ilustrísimo Luigi Clementi, delegado apostólico de Roma, toma su lugar oficialmente en marzo de 1853, rodeado de enormes cirios pascuales votivos. Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, el 23 de marzo es preconizado obispo de Puebla. Francisco Javier Miranda y Morfi, a quien se le había encomendado la cura de almas en varias parroquias, entre las que se cuentan las de Perote, Puente Nacional, San Felipe Ixtacuixtla, Temapache, Zacatlán, Naranjal, Chingnahuapan y Necaxtla, se hizo cargo del sagrario de Puebla, bajo la tutela del propio Pelagio Antonio. Leonardo Marquez y Miguel Miramón, Félix Zuloaga, Tomás Mejía, Juan Nepomuceno Almonte.
La Constitución representaba para estos últimos y para el partido conservador,sobre todo para el alto clero católico, una amenaza mortal, pues afectaba sus intereses económicos, no sólo del clero, también los privilegios de la milicia;Desplazaba a los antiguos detentadores del poder y la riqueza, postulando la igualdad jurídica y la libertad dentro de la ley para todos los mexicanos.
En tales circunstancias, su promulgación se llevó a cabo el 5 de febrero de 1857, en medio de una gran efervescencia política. El Episcopado Mexicano, siguiendo los lineamientos marcados por el papa Pío IX, fulminó excomuniones y exigió la retractación de todos los que hubieren jurado obediencia a los mandatos de la Constitución. El Partido Reformista vio venir la guerra civil y quiso evitarla: Considerando que el mismo Comonfort estaba inclinado a encabezar un movimiento contra la Ley Suprema… como efectivamente aconteció, la guerra se hizo inevitable.
Tras conocer del golpe de Estado de Comonfort, a iniciativa del general Anastasio Parodi, gobernador de Jalisco, se formó una coalición; Además de Parodi, los gobernadores de Guanajuato, Manuel Doblado; de Querétaro José María Arteaga; de Michoacán Santos Degollado; de Colima, Silverio Nuñez; así como los de Zacatecas y de Aguascalientes. Más tarde se adhirieron los de Veracruz, Oaxaca, Nuevo León y Guerrero.
Los coaligados se obligaron a que tan pronto se presentara el Licenciado Benito Juárez García, presidente de la Suprema Corte, se le reconocería como presidente interino de la República por ministerio de ley. Así ocurrió; al llegar Juárez a Guanajuato, el 19 de enero de 1858, el gobernador Doblado, se puso a sus órdenes. Juárez organizó su gabinete de la siguiente forma: Relaciones y Guerra, Melchor Ocampo; Gobernación, Santos Degollado; Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública, Manuel Ruíz; Hacienda, Guillermo Prieto; y Fomento, León Guzmán.
Con el apoyo del clero y todos los sectores afectados por las reformas sociales y políticas, se fraguó una conspiración, donde se involucraron con la aquiescencia del presidente varios de sus colaboradores. El general Félix Zuloaga, hombre de confianza de Comonfot, se pronunció el 17 de diciembre de 1857, proclamando el Plan de Tacubaya, que en esencia contenía tres puntos:
1. Se anula la constitución; 2. Se investía a Comonfort de facultades omnímodas y 3. Se convocaba a un congreso extraordinario para formar una Constitución que garantice los verdaderos intereses del pueblo.
El padre Miranda y el obispo Munguía, con otros prelados de San Luis Potosí, Guanajuato, México y Guadalajara se avocaron a diseñar una estrategia para derrocar al gobierno federal encabezado por Comonfort. Los conspirados se reúnen públicamente, esta vez no fue necesario hacer estallar en movimiento en Zacapoaxtla. En Puebla estalla el movimiento más tarde se va a ramificar a todo el país. Miranda arma a los barrios poblanos en contra del gobierno. Estalla la rebelión encabezada por el coronel Orihuela, que proclamaba el imperio de Santa Ana, la anulación de la Ley Juárez, de la Ley Lerdo y la cancelación de la intervención de los bienes del clero, la maniobra fue dirigida por el padre Miranda. (…) “Nació intrigante, es intrigante por naturaleza y morirá intrigante, no alarma la llegada de la Brigada Zuloaga, la que venceremos dándole dinero a la tropa o convenciéndola del error de oponerse a los dictados del Señor”
Se da un segundo enfrentamiento entre la reacción y el ejercito de la República, Miranda, Orihuela y Miramón, deciden pelear casa por casa, error que cometieron en su momento, seis meses atrás, el obispo Labastida y Haro y Tamarís, olvidando que ciudad sitiada es ciudad tomada. Zuloaga se incorpora a las fuerzas que sitian Puebla. Doblado, también, convocado por Comonfort, arriba a Querétaro. Miranda se desespera, ¿Cómo explicarle a Labastida el nuevo fracaso? ¿Qué dirá el papa Pio IX?
Orihuela y Miramón, el primero es aprehendido en Piedras Negras por el general García Pueblita, Miramón se dirige subrepticiamente a Toluca a continuar la sedición; Osollo, ha sido derrotado en Orizaba por Ignacio de la Llave, también fueron derrotados rebeldes en San Luis Potosí y en Cuernavaca.
El 10 de marzo de 1858, ocurrió en Salamanca Guanajuato la primera acción guerrera que podemos considerarla el comienzo de la Guerra de Tres Años, también conocida como Guerra de Reforma; Por el lado de los conservadoresfuerzas de Zuloaga al mando de Osollo, con los generales Miramón, Mejía, Casanova y Blancarte, por la coalición que jefaturaba el general Parodi, participaron Leandro Valle, Manuel Doblado, Mariano Morlet y otros.
Cuatro períodos pueden señalarse en el desarrollo puramente militar del conflicto: el primero se inició con un movimiento arrollador de las tropas del bando conservador, a partir de marzo, después de la batalla de Salamanca; El segundo fue de un equilibrio dinámico, con triunfos y derrotas alternativos de uno y otro bando, hasta junio de 1860; El tercero fue de franco predominio de las fuerzas liberales y terminó el 1º. de enero de 1861, con la ocupación de la capital de la República por las tropas del general Jesús González Ortega; y el cuarto fue una prolongación de la lucha, conectada con la intervención de los franceses en apoyo al Imperio de Maximiliano.
El 25 de diciembre de 1860, hizo su entrada triunfal a la capital de la República el ejército de la Reforma, entre vítores y aclamaciones de la multitud. El 1º. de enero de 1861 llegó a México el presidente Benito Juárez y fue recibido por el pueblo con igual entusiasmo. Es conveniente destacar, según la Enciclopedia, que ambos bandos firmaron tratados internacionales: El Mon-Almonte los conservadores con España y El Mc Lane- Ocampo con Estados Unidos, por los liberales, que afortunadamente no pasaron del terreno de las negociaciones porque jamás llegaron a ratificarse. No fueron sino arbitrios desesperados a que acudieron ambos partidos para procurarse fondos y apoyo, aún a riesgo de comprometer con ello la integridad del territorio y la soberanía nacional.
Los liberales aceleraron el proceso de cambio expidiendo en Veracruz con un cuerpo de disposiciones denominadas Layes de Reforma, culminación ideológica y doctrinaria del movimiento liberal. Gracias a ellas, se consumó en México la separación de la Iglesia y el Estado; Éste adquirió una fisonomía moderna y afirmó su personalidad autónoma frente a las demás naciones de la comunidad internacional. La lucha del pueblo mexicano por emanciparse de la influencia en lo esencial del movimiento de reforma, fue la emancipación del Estado de la tutela de la Iglesia y el funcionamiento de una iglesia libre, dentro de una sociedad laica.
Solamente una reflexión: Cómo es posible que después de tantas luchas entre hermanos, como las que aquí esquematizamos, y todavía habría otras igualmente sangrientas, la revolución mexicana y la guerra cristera en el primer tercio del siglo XX, todas ellas provocadas por las clases oligárquicas, sus intereses y los del alto clero católico y que hasta con burla y sadismo con desgobiernos como el salinato, el foxiato y por supuesto el calderonato, han restituido los fueros y privilegios, canongas y hasta derechos políticos, que en buena hora Juárez y los prohombres de la Reforma habían logrado quitarles. ¿Acaso fue inútil derramar tanta sangre de mexicanos?