El laicismo, su origen y significado


Ángel Alvarado Raya
“ El laicismo no es, en ningún caso, una manifestación contraria a la religión. La República no profesa ningún culto, pero no desprecia ninguna religión. El laicismo es el marco de libertad que permite a todas las creencias expresarse ”
Carlos Monsiváis
El laicismo es la corriente de pensamiento que defiende la existencia de una sociedad organizada aconfesionalmente, cuyo ejemplo más representativo es el “Estado laico” o “no confesional”. El término “laico” (del griego laikós – “alguien del pueblo”, de la raíz laós – “pueblo”) aparece primeramente en un contexto cristiano. Por extensión, surge el concepto de “Estado laico”, concepto opuesto, por el laicismo, al de “Estado confesional”, que se vincula a la estricta separación entre las instituciones del Estado y las iglesias u organizaciones religiosas. Los laicistas consideran que están garantizando la libertad de conciencia además de la no imposición de las normas y valores morales particulares de ninguna religión o de la irreligión.
En un sentido moderno, laico quiere decir adherente al laicismo.
Qué es el laicismo y qué se propone?
El profesor Albert Bayet, presidente de la liga de Enseñanza francesa y uno de los más ilustrados promotores del laicismo en su patria, lo define así: “El laicismo es la idea de que todos los seres humanos -sean cuales fueren sus opiniones filosóficas o creencias religiosas- pueden y deben vivir en común dentro del respeto por la verdad demostrada y en la práctica de la fraternidad. Quienquiera que de buena fe, piensa que el hombre debe amar a sus semejantes, es un laico”. El laicismo significa defensa de la Libertad de conciencia. No es proclama de ateísmo, ni movimiento antirreligioso; es espíritu de libertad y nace de la necesaria secularización de la ciencia, la filosofía, la historia y las instituciones y la actividad general, humanos. Sostiene que el Estado, como entidad de derecho, no puede profesar culto alguno; que especialmente en la democracia, la educación es una función primordial del Estado; que la educación laica es el método educativo específico de la democracia; que el Estado debe proponerse formar hombres libres, con discernimiento propio y que, como lo ha expresado el profesor Rondanina,no es posible fundar en el dogma la educación del hombre libre; y que, además, el laicismo escolar es la condición para que la libertad de cultos no sea una ficción carente de valor real.
Sociedad e Iglesia
Para comprender el proceso de laicización progresiva a que han hecho referencia Paulsen y Reinach, es menester que hagamos un somero esbozo histórico, para estudiar las relaciones entre iglesia y estado. Pero antes es necesario que consideremos las relaciones entre gobierno y religión, o mejor aún, entre organización social y religión.
En las sociedades primitivas, lo religioso aparece contemporáneamente con lo social y en íntima trabazón con él. En ellas el primer esbozo de organización social, el clan, tiene como factor de cohesión al tótem, de carácter religioso y, según Frazer, los primeros jefes debieron ser los primeros magos. El mago, como se sabe, es el antepasado común del hombre de ciencia y del sacerdote. Es el hombre que conoce las maniobras indispensables para hacerse propicios los poderes ocultos que gobiernan el medio ambiente animista en que se mueve y vive la humanidad primitiva.
Si dejando la prehistoria pasamos a la humanidad histórica, por más que nos remontemos en el tiempo siempre encontramos ya la presencia de castas asociadas en el gobierno de los hombres: la casta guerrera sacerdotal. Esta simbiosis política, una de las más perdurables que conozcamos, ya que persiste en la época contemporánea, fue fruto de necesidad de defensa; defensa material contra el hombre mismo y los animales salvajes y dañinos, y defensa espiritual contra las fuerzas ciegas y brutales de la naturaleza. Tanto una casta como la otra lograron sucesivos privilegios -de los que pudieron gozar tranquilamente largos períodos, gracias al apoyo que mutuamente se prestaron-. En tanto, la masa de la población trabajaba y producía a cambio de la protección recibida. Con ligeras variantes de orden local, esta situación se repite en casi todos los pueblos del Oriente antiguo: Egipto, Caldea, Asiria, Fenicia, el Imperio Hitita, Israel.
El llamado milagro griego nos ofrece la única excepción a la regla en esa flor maravillosa que fue su democracia, especialmente en la ateniense, donde por primera vez el estado es un organismo laico y donde no existe en realidad un clero ni una casta sacerdotal. Observamos de paso que en Atenas tampoco encontramos la casta guerrera. Y que allí la tendencia clara es la de la subordinación de lo espiritual a lo temporal, del sacerdote al magistrado.
Con el desmembramiento de Grecia desaparece la democracia antigua y Roma, su heredera, marchará inexorablemente hacia la concentración del poder y el absolutismo. Reaparecen así las castas guerrera y sacerdotal -asociadas- y la vida del hombre torna a girar en un ambiente religioso, aunque sincretista. “El imperio era una especie de gran laboratorio místico donde el choque y la fusión de las religiones antiguas producían religiones nuevas”, dice Guglielmo Forrero A favor del gran espíritu de tolerancia reinante, el cristianismo naciente se va infiltrando y propagando fuera del ámbito del pueblo judío.
El Cristianismo y el Laicismo
No es nuestro propósito seguir paso a paso la evolución del cristianismo naciente, pero como deseamos mostrar como era la sociedad teocrática medieval, y lo que ha significado su laicización progresiva, es menester que expliquemos, así sea en breves palabras, algunos puntos importantes para la mejor comprensión de las relaciones entre el estado y la iglesia en Occidente.
A raíz de la conversión de Constantino (año 312) el cristianismo, que hasta entonces era una religión “de la contra” como diríamos hoy, se ve bruscamente transformado en religión del estado, con las ventajas y los inconvenientes que toda oficialización trae aparejados. Si su asociación al poder político le proporciona grandes facilidades para la labor proselitista, en cambio la súbita conversión de grandes masas de población, carentes del sincero fervor de los neófitos que hasta entonces conquistara y que ahora se le incorporaban por conveniencia, le significa un desmedro desde el punto de vista ético. Como lo expresara Renán, “le christianisme sombra dans sa victoire” (el cristianismo naufragó en su victoria).
Destinado a preparar sus fieles para un fin del mundo que estaba muy cercano de acuerdo a los Evangelios, carecía de todo programa orgánico para la sociedad de este mundo y debió aceptar la legislación y los antiguos cuadros del estado romano.
De defensora de las humildes y desheredados, la iglesia cristiana se transforma poco a poco en una institución amiga de los príncipes y de los ricos, se hace capitalista ella misma, logra toda suerte de privilegios y excepciones, y acaba siendo una secta intolerante que se sirve del brazo temporal para perseguir y exterminar las demás religiones o las distintas herejías que se originan en su seno.
Por causas diversas, que no entraremos a discutir, la iglesia cristiana evoluciona diferentemente en Oriente y Occidente. En el primero pasa a ser un departamento del Estado; el emperador es el jefe de la iglesia y el patriarca de Constantinopla es sólo su ministro para la religión. Es lo que se ha denominado el “césaropapismo”. En Occidente, aunque perdure la idea imperial, el imperio y el emperador dejan de existir.
No hay un poder civil permanente. El patriarca de Roma puede lanzarse así a intentar la dominación mundial ese sueño constante de la teocracia romana. Tiene a su disposición una considerable riqueza y puede ofrecer a los monarcas, a cambio de su protección armada y de nuevos privilegios y prebendas, una organización formidable de monjes y curas, perfecta gendarmería de las almas, destinada a crear la sumisión y la obediencia a los que menos tenían pero representaban el 98% de la población.
Dice Carlos Seignobos, el famoso historiador francés: “Para asegurar el mantenimiento de los sacerdotes, Carlomagno, tomando de modelo una costumbre judía de las Escrituras, ordenó a todos los súbditos pagar al sacerdote el diezmo (el décimo) de todas las cosechas y del aumento de los rebaños. Esta, obligación debía conservarse en Francia hasta la Revolución. La organización de las parroquias, comenzada desde hacía varios siglos, se complementó entonces en todo el territorio; todos los habitantes fueron colocados bajo la autoridad y la vigilancia de un sacerdote y obligados a mantenerlo.
Así se estableció un régimen cuyas consecuencias han perdurado hasta el siglo XX. El rey ponía su fuerza material al servicio del clero para forzar a los súbditos a obedecer las reglas de la iglesia; el clero ponía su poder espiritual al servicio del rey para obligar a sus fieles a obedecer las órdenes del rey. Los deberes del súbdito confundían con los del fiel; eran impuestos por las mismas autoridad y bajo la amenaza de las mismas sanciones: la excomunión religiosa el castigo material. Las reglas de la iglesia y las órdenes del el se hacían obligatorias en el mismo grado que las leyes del Estado las órdenes del gobierno. Es el origen de la confusión de poderes la iglesia y del Estado, convertida bajo una forma moderna en la tiranía del “trono y del altar”.
La posición privilegiada de la iglesia en la Edad Media muestra a las claras hasta dónde es capaz de llegar en su tendencia a apoderarse del control absoluto de la vida de las sociedades. Ante todo, su situación de socia del Estado la exime de toda contribución monetaria es la depositaría de los pocos medios de educación existentes, hecho que aprovecha para dejar en el analfabetismo a la mayoría de la población; la cultura, refugiada en los convenios y más tarde en las primeras universidades, es de orden exclusivamente teológico; la escolástica, repetición y rumiación de los conceptos aristotélicos anexados por el catolicismo, reemplaza a la ciencia. Es la Iglesia también la que lleva los registros de nacimientos, casamientos y defunciones; administra los cementerios y monopoliza la caridad bajo todas sus formas: Hospitales, hospicios, hospederías, sopa de los conventos etc. Sin negar lo que esa caridad significa como cumplimiento de una virtud, no olvidemos lo que significa también como siembra de agradecimiento y como propaganda. No tenemos que ir muy lejos para buscar el símil contemporáneo.
La iglesia, además, posee una justicia propia. A su jurisdicción pertenecen todos los clérigos, sacerdotes, monjes y auxiliares de toda especie; los peregrinos; las viudas y los huerfanos; en razón de la materia, también le pertenece cuanto proceso se refiera a uno de los sacramentos que ella administra, vale decir los asuntos de matrimonios y separación de cuerpos, las sepulturas, los testamentos; los asuntos de estado civil.
En lo criminal esa justicia se ocupaba de la herejía, la brujería, la violación de juramento, la blasfemia, el adulterio, los atentados contra las costumbres, la usura, el no santificar el domingo y no observar los ayunos o la cuaresma. A todo esto vino a agregarse la Inquisición, de justificada nefasta memoria, para ampliar aún más sus facultades judiciales.
Si a cuanto acabamos de enunciar en el orden de medios materiales, se añade la inmensa fuerza espiritual, de dominio y coacción, que significaba la plena posesión de los poderes mágicos extraordinario, de bendecir, excomulgar, maldecir, bautizar, exorcisar, casar y administrar. No faltará quien pretende descargar a la Iglesia de la responsabilidad que le cabe en todo esto, diciendo que el estado imperante en la Edad Media era producto de las condiciones de la época. Pero tal argumento no resiste a sencillas consideraciones; que durante la Edad Media alcanzó su esplendor laextremaunción en una época de credulidad absoluta, superstición e ignorancia, cuando el cristianismo vivía en un mundo imaginario de milagros, demonios, ángeles y arcángeles, vírgenes y santos, etc. Por otra parte, las condiciones calamitosas de la teocracia cristiana perduraron con pocas variantes hasta mediados del siglo pasado en los infortunados Estados Papales, gobernados por la Iglesia.
La laicización progresiva a que aludían Paulsen y Reinach ha consistido para la civilización occidental, en ir arrancando, trozo a trozo, es enorme poderío, que hacía del hombre el esclavo indefenso del dogma religioso y de sus usufructuarios.
Claro está que , visto desde el otro lado de la cortina de hierro espiritual del dogma, este desarrollo histórico adquiere un significado enteramente diferente. Véase por ejemplo, una de las acepciones que la Enciclopedia Espasa, de conocida inspiración y factura jesuíta, atribuye a la palabra laicismo: “la intromisión del poder civil en los asuntos eclesiásticos”. Como hemos podido comprobarlo, en la Edad Media, casi todo era “asunto eclesiástico”.
El Renacimiento inició la tarea con la obra de los humanistas, especialmente de Erasmo, la invención de la imprenta que abría posibilidades insospechadas para la difusión de la cultura y acabaría con el monopolio de la instrucción por los clérigos y la renovación artística y literaria, que cambiaron la orientación del hombre, apartándolo de la exclusiva preocupación por el más allá y estableciéndolo definitivamente en este mundo. En la evolución con temporánea de las artes plásticas puede seguirseobjetivamente esa transformación. El artista europeo, hasta el Renacimiento absorbido por la representación de vírgenes y santos, comienza a descubrir que este “valle de lágrimas” encierra tesoros de belleza y de deleite, exhibe una nueva sensibilidad, que se refleja hasta en su forma de tratar los asuntos bíblicos, y va alejándose poco a poco de la temática religiosa cristiana, para abordar los temas profanos, el paisaje y el retrato.
Con la Reforma, que trae en su seno la libertad religiosa, comienza la emancipación de la razón, el desarrollo del espíritu crítico y la quiebra del poder eclesiástico de Roma, ya mellado por los grandes viajes de descubrimientos y los primeros balbuceos de las ciencias naturales, que echaban por tierra la concepción geocéntrica del universo y hacían insostenible la leyenda bíblica de la Creación. La prédica de los filósofos y los enciclopedistas del siglo XVII da los fundamentos para el establecimiento de la sociedad sobre la razón y la ciencia, y es un antecedente causal inmediato de las dos grandes revoluciones, casi contemporáneas, la norteamericana y la francesa, triunfosdecisivos para el laicismo y pórtico glorioso e inmortal de la edad contemporánea.
En la Revolución Norteamericana, bajo la influencia preponderante de Jefferson y Madison, se promulga la primera ley que establece la libertad religiosa en Virginia (1786) y en la declaración de derechos de 1791, anexa a la Constitución, se incluye sin ambages la separación entre el Estado y cualquier religión.
La Revolución Francesa, por conducto de su Asamblea Nacional, seculariza los bienes del clero (1789- 90), sanciona la constitución civil del clero (l79l), que desconoce la autoridad del Papa, denuncia el concordato que regía entre la Santa Sede y Francia desde 1516, y proclama la libertad religiosa como uno de los derechos incluidos en su famosa declaración de 1793.
Más tarde Napoleón, como buen dictador, busca el apoyo de la Iglesia para consolidarse en el trono; restablece el catolicismo “como religión de la mayoría de los ciudadanos franceses” y lo pone al servicio del Estado, firma un nuevo concordato (l80l) y se hace ungir emperador por el Papa Pío VII (l804).
A diferencia de las iglesias protestantes, la iglesia católica jamás se resignó de “buengrado a una posición subordinada con respecto al Estado; siempre ha anhelado unretorno a su antigua situación medieval de preeminencia y privilegio, colaborando contodas las fuerzas regresivas que han intentado restablecer el absolutismo.
Laicismo y Democracia
Porque el laicismo, como es lógico, es inherente con la democracia y se sabe que sus ideas sólo pueden lograrse plenamente en una sociedad democrática. Democracia debe significar ante todo libertad de expresión, de prensa, de conciencia, libre acceso a las fuentes de información; libertad que lleva el reconocimiento implícito de la libre autodeterminación y dignidad de la persona humana, desde su infancia; debe significar igualdad ante la ley (justicia imparcial para todos, ausencia de privilegios); debe significar la sustitución de la violencia por la simple voluntad de la mayoría para el cambio de autoridades; debe significar respeto a esa voluntad popular (gobierno de la mayoría); pero debe significar también fraternidad y tolerancia, convivencia armónica y pacífica, confianza en la perfectibilidad moral del hombre, confianza en su razón y en el valor del debate imparcial y respetuoso para resolver todos los problemas sociales; debe significar respeto a los derechos de las minorías, que constantemente puedan hacerse oír y tengan abierto el camino para llegar a ser a su vez mayorías; debe significar finalmente ausencia de discriminación por motivos de orden religioso, racial o sexual,vale decir neutralidad e imparcialidad absoluta del Estado.
Si estas condiciones mínimas no se satisfacen, yo entiendo que no hay democracia, ya sea del otro lado de la cortina de hierro y se llame “democracia popular” o de éste y se adorna con cualquier epíteto.
Propósitos Laicistas
Qué se propone el laicismo?
Ante todo, mantener las conquistas ya logradas: matrimonio civil, registro civil, cementerios secularizados; en segundo término, no mezclo la religión o las religiones ala política o al gobierno, vale decir establecer la neutralidad religiosa del Estado, tantoen su faz positiva (subvenciones, exenciones de impuestos, etc.), como en su faznegativa (persecuciones, trabas y obstáculos a algunos credos para beneficio exclusivode uno solo de ellos); esta neutralidad requiere, como corolario obligado, la laicidad dela enseñanza oficial en todos sus ciclos, del primario hasta el universitario y el controlriguroso del Estado los establecimientos privados de enseñanza.
Para el escritor mexicano Carlos Monsiváis: Educación y laicismo son dos conceptos que en la vida del pueblo mexicano aparecen íntimamente ligados, a partir del 5 de febrero de 1917 cuando fue promulgada la constitución política, que recogió y elevó a nivel de ley suprema las principales aspiraciones populares que dieron origen a la Revolución Mexicana de 1910.
Fue en el artículo 3º de esta constitución, donde quedó establecido que toda la educación pública esto es, la educación que estuviera a cargo del estado en sus tres niveles de gobierno: municipal, estatal y federal sería laica y en cuanto a la educación impartida por los particulares, sólo sería laica la educación primaria; disponiéndose además, que ninguna corporación religiosa, ni ministro de algún culto, podrían establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria.
Así nacía formalmente el laicismo educativo en nuestra Patria, que viene a ser uno de los principios fundamentales que son garantía de las libertades del pueblo mexicano.
Al reclamar, aún de los particulares, que la educación primaria que impartieran fuera laica y al prohibir en ella todo tipo de participación de carácter religioso, se estaba cuidando que a partir de entonces las nuevas generaciones, empezando desde la infancia fueran formadas en el marco de una educación completamente desligada de cualquier doctrina religiosa; quedando por lo tanto atender un aspecto tan importante en el ámbito de los derechos del ser humano, como lo es la formación religiosa, a elección libre bajo la responsabilidad de cada familia.
La escuela atendería la educación y la familia y las iglesias atenderían la religión.
Siendo que a partir de 1917 es cuando aparece de manera formal el laicismo en nuestra educación, podemos afirmar que es algo relativamente nuevo en la vida del pueblo mexicano, pues cuenta apenas con 86 años de existencia; y sin embargo en tan corto tiempo, ha experimentado diversos cambios y vaivenes, como lo revelan las reformas sufridas por el artículo 3º constitucional.
Hoy en día cualquier persona del pueblo puede repetir mecánicamente que la educación que imparte el Estado debe ser laica y gratuita; y obligatoria en los niveles de primaria y secundaria, y próximamente también en preescolar; pero en la mayoría de los casos no tenemos mayor información al respecto...
Agustín J. Álvarez “ Por una Escuela Liberal ” Mayo de 1991
http://es.wikipedia.org/wiki/Laicismo
“ Laicismo y libertad ” ,Jorge Sánchez Tello
http://www.grupotransicion.com.mx
www.ideasrapidas.org/laicismo.htm
www.laicismo.org