Oscuro sueño


Miguel Ángel Martínez Ruiz
El humo de las velas
se vuelve polvo en la atmósfera
de mi habitación
sobre el sueño de una estatua petrificada
por el pudor al sentirse desnuda;
estrellas que vuelan poseen mi silencio
a través del perfume de flores marchitas.
Tiempo de luz, agua sin viento,
actores de una comedia triste,
llamarada que se disuelve,
fría lápida de pensamientos jamás expresados,
libros dormidos en una biblioteca,
por cuyos renglones jamás se posó una mirada.
Vaivén de nubes cubre las estrellas,
noche insondable rompe el canto
de los monjes de un claustro,
y las ideas quedan atrapadas
en la sombra de árboles secos, sin fruto.
Desierto infinito de pasiones,
envueltas en una sinfonía de colores,
vaciados sobre la tela de una pintura antigua.
Las luces de la ciudad
son el callado llanto de cada aurora,
su inocente albura se ha perdido.
Nadie contempla el amanecer.
Tal vez los ciegos alcancen a percibir
aquellos rayos lustrosos,
admirados por mujeres y hombres
que vieron en cada orto solar
la refulgente imagen de un Dios eterno.
