Lic. Eduardo Ruiz Álvarez

Los orígenes más antiguos del personaje cuya vida se intenta delinear, según don Pedro Librado Talavera Ibarra, proceden de la familia indiana que lo procreó, la cual llevaba el orgullo de su genealogía, nutrida de la leyenda, pues sus antecedentes más remotos venían de los tequecha, un pueblo ribereño de la laguna de Chapala, que prefirió abandonar su hogar y pertenencias antes que soportar las humillaciones del sanguinario conquistador Nuño de Guzmán, y caminaron días enteros hasta llegar al campo “llano y seco de Paracho”, donde se establecieron. Don Toribio Ruiz, padre de don Eduardo, nació en Paracho el año de 1816, en el mismo lugar que sus padres y abuelos. Don Toribio queda huérfano de padre a los siete años de edad. Su madre, Nicolasa Avilés, contrae nupcias por segunda ocasión. Esta circunstancia lo obliga a trabajar para subsistir: primero, como profesor de primeras letras en Nurío a pesar de su corta edad. Posteriormente, se inicia en las actividades comerciales. Lleva mercancías hasta la ciudad de México, caminando porta en la espalda un huacal con artesanías y guitarras sobre todo. En 1838, contraviniendo la tradición de la comunidad, se casa con una mestiza oriunda de Chilchota, su nombre es Jacoba Álvarez. La pareja tiene tres hijos: un varón y tres mujeres: El primero es bautizado como Eduardo, quien nació el 13 de octubre de 1839 en Paracho, Michoacán, (aquí resulta pertinente decir que otros autores señalan el 22 de mayo como la fecha de su nacimiento, tal es el caso del historiador Jesús Romero Flores), y sus hermanas: Librada (1842), Cornelia (1845) y Agustina (1848). No obstante los problemas familiares, don Toribio nunca abandonó la idea de progresar intelectualmente; motivo por el cual se trasladó a la ciudad de Morelia con la intención de cursar una carrera profesional que le permitiera mejorar sus condiciones económicas, objetivo que logra al obtener su nombramiento como Notario y Escribano en 1846, de manos del gobernador Melchor Ocampo, con quien estableció una estrecha relación de amistad e identificación ideológica, pues ambos eran “liberales exaltados”. Después de su titulación, se establece en Uruapan con la intención de proclamar las ideas radicales. La relación de afectuosa cercanía con el gran reformador, le permite obtener una beca para que su hijo Eduardo estudiara en el Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de Hidalgo (nombre que le fue otorgado por el gobernador Melchor Ocampo). En la Revolución de Ayutla y durante la Intervención Francesa, don Toribio demuestra con hechos la consistencia de su patriotismo e ideología liberal. Tuvo una visión muy singular respecto al progreso, pues lo consideraba como algo que debía generar el individuo en su propio beneficio, pues pensaba que el desarrollo personal es la base del bienestar colectivo. Asimismo, su idea del patriotismo partiría del centro hacia la periferia, primero se preocuparía el ciudadano por la población o ciudad donde viviera, después el estado y luego la patria toda. Con esas ideas sui generis intentó crear un molino de harina aprovechando las impetuosas aguas del río Cupatitzio (río que canta), para lo cual contrató a un ingeniero alemán, pero los resultados no fueron los esperados por deficiencias técnicas, probablemente.
El niño Eduardo Ruiz Álvarez cursó su instrucción primaria en la ciudad de Pátzcuaro durante los años de 1848 y 49, la cual terminó bajo la guía educativa de su padre que por esos años era Prefecto (equivalente a Presidente Municipal, pero con mayor influencia) de ese Distrito.
Desde su ingreso al Colegio de San Nicolás, el joven Eduardo Ruiz se distinguió por su carácter formal y dedicación a los estudios, obteniendo el grado de bachiller en jurisprudencia, concluye las carreras de Notario Público y de Abogado. Presenta a sus exámenes: el primero en 1863 y el segundo en febrero de 1864, que tienen lugar en la ciudad de Uruapan, a donde se habían trasladado los Poderes del Estado como consecuencia de la Guerra contra la Intervención Francesa. Contrae nupcias con la señorita Francisca Salgado el 2 de marzo de 1864. El 20 de diciembre de ese mismo año, nace en Uruapan su primer hijo Eduardo de Jesús. Poco después, don Eduardo se incorpora a las huestes republicanas que luchan en contra de los invasores franceses al lado del Gral. Vicente Riva Palacio, de quien fue secretario particular. Ya casi para finalizar esta guerra, el Gral. Nicolás de Régules lo nombra Auditor General del Ejército del Centro hasta que las fuerzas republicanas entran a Morelia el 18 de febrero de 1867. Dos años dura la separación de los esposos, con algunas reuniones esporádicas. Allí, en Uruapan, nace su hija el día 10 de febrero de 1868 y recibe el nombre de María Josefina Fátima. La familia se traslada a Morelia en 1869, donde fungió como secretario particular del gobernador Justo Mendoza y Director del Periódico Oficial del Estado. Nace en Morelia la última de sus hijas: María Dolores, el 8 de abril de 1870. En 1872 fue Juez de Letras en Uruapan, Huetamo y Apatzingán. Durante el gobierno del Presidente Sebastián Lerdo de Tejada fue Diputado Federal. A la caída del presidente Lerdo de Tejada, don Eduardo, por las condiciones políticas del momento, se ve obligado a refugiarse en Uruapan, ya que había sido entusiasta partidario del presidente derrocado. Durante ese largo quinquenio se dedica a trabajar en los negocios de su padre. Escribe en el único medio impreso fundado por su iniciativa: “El Cupatitzio”. Mueren don Toribio (7 de octubre de 1878), doña Jacoba (16 de septiembre de 1880) y “Pachita” (15 de marzo de 1881), su esposa, quien lo deja solo y con la responsabilidad de criar y educar a sus tres hijos. Muy afectado por la ausencia de sus padres y esposa, don Eduardo decide ir a la capital de la República para tratar de olvidar las penas, además de aceptar la responsabilidad oficial al frente de una sección en el Estado Mayor de la Secretaría de la Guerra por invitación expresa del presidente Manuel González. En 1882 es designado Procurador General de la Nación. Conforme a la tradición, un funcionario público debería estar casado, entre otros motivos, este lo lleva a contraer nupcias con la señorita María Salomé Benítez Medina, joven doncella de veinte años de edad, mientras él tiene cuarenta y dos, el 17 de abril de ese año. El hijo mayor se manifiesta contra esta decisión del padre y se convierte en un trotamundos. Durante el segundo matrimonio, sus condiciones económicas son muy buenas, debido a que percibe cuatro salarios, pues desempeña cuatro cargos: Síndico Primero del Ayuntamiento de la ciudad de México, Coronel de Caballería del Ejército, Procurador General de la Nación y Director del diario “La República”. Su vocación periodística lo lleva a colaborar en “El Nacional”, “El Renacimiento”, “El Siglo XIX”, “Revista de México”, “La Tribuna” y “Revista Universal”. Nace en 1884 el primer hijo de su segundo matrimonio, a quien le dan por nombre Agustín. En 1892, el niño se sube a la azotea de la casa de dos pisos y se precipita al vacío muriendo en el acto. Las esperanzas cifradas en su segundo hijo se ven frustradas, lo cual le causa a don Eduardo una profunda tristeza, que solamente logra mitigar con su dedicación al trabajo, sus clases, los cafés literarios que frecuentaba y la charla con sus amigos escritores. Don Eduardo culpaba a su esposa del fatal accidente de su hijo. Surge un gran distanciamiento entre la pareja que cada día altera más las buenas relaciones. Sin embargo, nace otro niño, al que bautizan con el nombre de Daniel. En 1885 fallece María Dolores, la menor de sus hijas, y este duro golpe lo abate por completo. Se encierra en su casa, alejado de todas las actividades, sufriendo intensamente aquella irreparable desgracia. El licenciado Ruiz encuentra comprensión y cariño en su hija María Josefina Fátima, quien se parece por su abnegación a su primera esposa “Pachita”. Ella desdeña las intenciones del escritor Ángel de Campo “Micrós” por tener que ocuparse del cuidado y la atención a su ya anciano padre. Sucede lo que ya se veía venir: don Eduardo corre de su domicilio a su esposa María Salomé, quien lo demanda, pero este procedimiento no prospera, pues se trata de un recurso jurídico en contra del señor Procurador de Justicia; recurre a don Porfirio, cuya influencia era tan grande que hasta podía resolver los problemas de carácter familiar, pero no le es concedida la entrevista. Finalmente, se le otorga a la señora la potestad sobre su hijo Daniel.
En 1900, don Eduardo Ruiz Álvarez es distinguido con un nombramiento que le da un lugar especial en nuestra historia judicial, pues es designado Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Gran parte de su fructífera vida la dedicó a escribir, actividad que lo apasionaba desde muy joven. Fue periodista, poeta, historiador, incursionó en la dramaturgia, abogado, maestro, político, funcionario público y un militar con un patriotismo que llegaba al sacrificio de su propia vida si fuese necesario.
Le editaron varias obras, entre otras, las siguientes: “Michoacán, paisajes, tradiciones y leyendas”, México, 1891; “Biografía del C. Melchor Ocampo”, México, 1882; “Un idilio a través de la guerra”; “El despertar de un pueblo”, drama; “Derecho constitucional y administrativo”; “Historia de la Guerra de Intervención en Michoacán”, México, 1896; y “Álbum de Uruapan”.
Se afirma que su obra cumbre es “Michoacán, paisajes, tradiciones y leyendas”, la cual fue editada por vez primera en la ciudad de México el año de 1891, en la oficina tipográfica de la Secretaría de Fomento, ubicada en la antigua calle de San Andrés número 15. En ella se relata la historia del pueblo purépecha o tarasco desde la época más remota hasta la llegada de los españoles. “Es una obra de lo más bello. Su autor, con un estilo sugestivo, atrayente y fácil, logra hacer interesantes todos los asuntos, aun los más áridos. Sobre los hechos rigurosamente históricos, van intercaladas las leyendas y expuestas las hipótesis, que hacen el relato en extremo ameno y obligan a leer el libro hasta no concluirlo, y a repetir dos o tres veces aquellos pasajes más hermosos, cuajados de poesía y que dejan en el ánimo del lector una emoción de placidez o de amargura indecibles.”
El licenciado don Eduardo Ruiz Álvarez, siendo todavía Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a las diez de la noche del domingo 16 de noviembre de 1902, falleció en la ciudad de Uruapan.
El principal biógrafo de don Eduardo Ruiz, Pedro Leonardo Talavera Ibarra, dice: “Tres vertientes de la herencia de don Toribio: la política, la letrada y la regionalista. Don Toribio le predicó a su hijo Eduardo la política con el ejemplo. Siempre estuvo comprometido con alguno de los partidos en pugna. Pero no era de los que se contentaban con la “propagación de las ideas”, también se le veía perseguir y combatir los puestos, las responsabilidades. En la revolución de Ayutla fue comandante militar del distrito de Uruapan. En 1860 era el alcalde primero del ayuntamiento de la Ciudad del Progreso (Uruapan); y en 1870, secretario del Juzgado de Letras de Uruapan. A don Toribio lo conmovían los actos de heroísmo y los temples de acero. […] La ideas les preocupaban a los Ruiz, especialmente su difusión. Como los progresistas del XIX, sentían gran veneración por la letra escrita y sus consecuencias. Hablaban para la posteridad y trataban de convertir a su credo a sus contemporáneos a través de manuscritos: libros, periódicos y discursos. […] Estos antecedentes del padre explicarán los pasos del hijo, quien dirá discursos, escribirá todo lo posible y será miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística”.
BIBLIOGRAFÍA: ROMERO FLORES, Jesús.- Diccionario michoacano de historia y geografía. Gobierno del Estado de Michoacán, 1972; p. 492-93.
RUIZ ÁLVAREZ, Eduardo.- Historia de la guerra de Intervención en Michoacán. Balsal Editores, S. A. Morelia, Michoacán, 1969.
RUIZ ÁLVAREZ, Eduardo. Michoacán, paisajes, tradiciones y leyendas. BalsalEditores. Morelia, Michoacán, segunda edición, 1971.
RUIZ ÁLVAREZ EDUARDO, Tomo III. Biografía, Un idilio a través de la guerra y Álbum de Uruapan. La Biografía es del señor Pedro Leonardo Talavera Ibarra.
MADRIGAL MADRIGAL, Héctor Jaime. Michoacanos ilustres en la Calzada “Alfredo Maillefert”. XIV Congreso Masónico Nacional de Grados Filosóficos. Morelia, Michoacán, 1993, p. 10.