El Rey Salomón: “Alquimista, mago e iniciado”

 El Rey Salomón: “Alquimista, mago e iniciado”

Ángel Alvarado Raya.

 

En su artículo La geometría secreta del Templo de Salomón, Manuel Figueroa nos dice acerca del rey que mandó erigir el colosal Templo de Jerusalén: “El interés por el conocimiento de la forma o la estructura del templo es, en realidad, el interés por el conocimiento hermético de Salomón que personifica la sabiduría de la tradición de todas las edades. De acuerdo con el Talmud -recopilación de la tradición oral judía y base de la religión judía ortodoxa-, Salomón era experto en Cábala. También tenía profundos conocimientos de Alquimia y Necromancia y era capaz de controlar demonios elementales, obteniendo de ellos buena parte de su sabiduría. En su Claviculas Salomonis o Claves del Rey Salomón trabajo en el que presumiblemente se exponen los secretos mágicos obtenidos por Salomón y empleados por él en la conjuración de espíritus- se arroja luz sobre los rituales iniciáticos. McGregor-Mathers, fundador de la Golden Dawn, reconoce la posibilidad de que se tratara de un mago en el más amplio sentido de la palabra. Hipótesis que se basa en las afirmaciones del historiador judío Flavio Josefo, quien hizo especial mención a los trabajos mágicos y dotes sobrenaturales de este rey, todo lo cual se encuentra asimismo reflejado en muchas tradiciones orientales que subrayan, entre otras muchas, las facultades mágicas de Salomón, como se indica frecuentemente, por ejemplo, en Las mil y una noches. Pero este misterioso monarca encierra aún más sorpresas. Así por ejemplo, los alquimistas medievales estaban convencidos de que conocía los procesos secretos de Hermes Trismegisto y que, gracias a ellos, llegó no sólo a multiplicar los metales, sino también a fabricar la piedra filosofal. Y se dice también que Salomón sabía cómo controlar la “esencia incorpórea del espíritu universal”, conocimiento que lo habría asistido en la construcción del Templo. Por otro lado, y de acuerdo con los antiguos rabinos, Salomón habría sido, paralelamente, un iniciado de las escuelas mistéricas, siendo su templo un lugar de iniciación, ya que tanto las gradas como los pilares situados a ambos lados del pórtico, los querubines babilónicos y todo el arreglo de las alcobas indican, de hecho, que el templo habría sido erigido de acuerdo a patrones tomados de Egipto. Michel Lamy nos recuerda en La otra historia de los templarios que Salomón hizo también erigir unos santuarios para unas “divinidades extranjeras”. Consagró en particular unos templos a Astarté, “la abominación de los sidonios” y a Milkom, “el horror de los amonitas”.

Según el canon místico, siempre han existido sobre la Tierra una serie de hombres santos que han accedido al trato íntimo con la deidad. De ellos, el que alcanza la posición más alta entre sus contemporáneos es el “polo” de su época, siendo los demás intermediarios. El “polo” es un individuo misterioso que, desconocido y nada notable, se mezcla con la humanidad, como un atractor extraño alrededor del cual todo converge, en él se encarna el significado y el espíritu de una época. ¿Pudo ser Salomón el “polo” del judaísmo?

 

El templo de Salomón y su enigmático arquitecto

 

En el seno de la primera monarquía terrestre se elevó el primer templo a Dios. La Biblia recoge claramente las tradiciones según las cuales fue el propio Yahvé -al que identificaban como Dios- quien, en última instancia, ordenaba cuándo, quién y cómo se había de construir el Templo. Así, en el Libro Primero de las Crónicas, el rey David declaraba: “Oídme, hermanos míos y pueblo mío: había decidido en mi corazón edificar una casa donde descansase el Arca de la Alianza de Yahvé y sirviese de escabel de los pies de nuestro Dios. Ya había hecho yo preparativos para la construcción, pero Dios me dijo: “No edificarás tú la Casa a mi nombre, pues eres hombre de guerra y has derramado sangre”. Para esta misión, de entre todos los hijos de David Dios elegiría a Salomón: “Y Él me dijo: “Tu hijo Salomón edificará mi Casa y mis atrios, porque le he escogido a él por hijo mío y yo seré para él padre”.

Y así fue. Cuando Salomón quiso alzar el templo, pidió ayuda al rey de Tiro, Hiram, ya que tal edificación requería un arquitecto experimentado en las técnicas y conocedor de la doctrina secreta de los números y de las formas. De ahí que el monarca enviara a Hiram-Abif el fundidor, para que se hiciera cargo de la sagrada obra. Pero como en todos los hechos acaecidos en épocas remotas, en los que no se sabe muy bien dónde termina la historia y dónde comienza la leyenda, las circunstancias iniciales no están nada claras. Michel Lamy, en su obra La otra historia de los templarios nos dice que “fue sin duda edificado hacia el año 960 a.c., al menos en su forma primitiva. Salomón, que deseaba construir un templo para mayor gloria de Dios, había establecido unos acuerdos con el rey fenicio, que se había comprometido a proporcionarle madera (de cedro y de ciprés). Éste le enviaría también trabajadores especializados: canteros y carpinteros reclutados en Guebal, donde los propios egipcios tenían por costumbre reclutar a su mano de obra calificada. El templo se elevó en el monte Moriah y su construcción tardó siete años. Fue uno de los edificios más sagrados que jamás hayan existido en la Tierra. La geometría secreta con la que fue erigido por Hiram había sido heredada por el propio arquitecto, cuyo probable origen es develado por Heckethorne en su libro Las sociedades secretas de todos los tiempos y países. Según Heckethorne, Hiram habría sido descendiente directo de la línea de Caín, lo cual podría explicar la creencia de que el templo había sido realizado por demonios -o elementales- sobre los que tanto Hiram como el propio Salomón ejercían cierto control. Pero Hiram muere asesinado, sin embargo, antes de morir dijo que tendría muchos descendientes que completarían su trabajo, es decir, que construirían otros templos. Y, en este sentido, son muchos los estudiosos que están convencidos de que esos descendientes fueron los templarios, ya que ellos mismos se consideraban los arquitectos y custodios de la “fórmula secreta”. De cualquier forma es esta una cuestión muy confusa también, pues dice Michel Lamy al respecto: “El arquitecto Hiram, según la leyenda, murió a manos de unos compañeros celosos a quienes había negado la divulgación de determinados secretos. Como consecuencia de la desaparición de Hiram, Salomón envió a nueve maestros en su busca. Nueve maestros, como los nueve primeros templarios, en busca del arquitecto de los secretos”. En aquella época se creía que el Templo de Jerusalén unía el Cielo y la Tierra y que los ritos que allí se desarrollaban reforzaban esta asociación; por tanto, cualquier desviación en el servicio del templo podía tener consecuencias catastróficas. El Templo de Salomón, construido en el siglo X a.c., se convirtió así en algo esencial no sólo para la imaginería religiosa judía, sino también para el simbolismo cristiano en siglos venideros. En el 587-586 a.c. fue arrasado hasta los cimientos por Nabucodonosor. Restaurado alrededor del 500 a.c. por Zorobabel, fue nuevamente destruido, para ser reconstruido una vez más por Herodes “El Grande”, no mucho antes del nacimiento de Jesús. El tercer templo fue abatido finalmente por los romanos en el año 70 d.c., ocupando en la actualidad su antiguo lugar la mezquita de la Cúpula de la Roca, en la Explanada del Templo. Dice Michel Lamy sobre las reliquias que se custodiaban en el Templo: “Si bien la mayor parte de los objetos sagrados habían desaparecido en el momento de las diversas destrucciones, y principalmente durante el saqueo de Jerusalén por Tito, hubo uno que, aún habiéndose volatilizado, no parecía haber sido sacado de allí. Ahora bien, había sido para albergar dicho objeto por lo que Salomón hizo construir el Templo: el Arca de la Alianza que guardaba las Tablas de la Ley. Una tradición rabínica citada por Rabbí Mannaseh ben Israel (1604-1657) explica que Salomón habría hecho construir un escondrijo debajo del propio Templo, a fin de poner a buen recaudo el Arca en caso de peligro”… Y continúa explicando: “No parece que el Arca hubiera sido robada con ocasión de alguno de los diferentes saqueos o por lo menos, de ser cierto, fue recuperada, según los textos. Su desaparición por medio de un robo habría dejado numerosos rastros, tanto en los textos como en la tradición oral. Louis Charpentier nos recuerda a este respecto: “Cuando Nabucodonosor tomó Jerusalén, no se hace ninguna mención al Arca entre el botín. Hizo quemar el Templo en 587 a.c.”. A Charpentier no le cabe ninguna duda acerca de ello: el Arca permaneció en su sitio, oculta bajo el Templo, y los templarios la descubrieron. Esta es una cuestión que ya cite, en esta misma revista.

 

El código secreto indescifrable

 

Según ha escrito Jonathan Smith, recordando antiguas creencias, “la Piedra de la Fundación, como en las construcciones mesopotámicas, es el centro exacto del Cosmos, el eje o polo, y fue sobre esta Piedra donde estuvo Yahvé cuando creó el mundo; de esta Piedra surgió por primera vez la Luz (se entiende que esta luz iluminaba el templo, que fue construido sobre la Piedra y cuyas ventanas estaban diseñadas para dejar salir la luz y no para permitir su entrada); de la superficie de esta Piedra se obtuvo, rascando, polvo para crear a Adán; bajo esta Piedra está enterrado Adán; en esta Piedra ofreció Adán el primer sacrificio; sobre esta Piedra Caín y Abel ofrecieron su fatal sacrificio; de esta Piedra vinieron las aguas del diluvio y bajo esta Piedra recedieron”. Se creía, en efecto, que bajo la roca fluían las aguas subterráneas, fuerzas del caos que no cesaban de amenazar con engullir el mundo ordenado. La función del Templo era, supuestamente, mantener a raya a aquellas fuerzas. Han sido muchos los exégetas que han tratado de reconstruir teóricamente la estructura del Templo. Es el caso del franciscano normando Nicolás de Lyre o el filósofo François Vatable. Incluso el mismo Isaac Newton, subyugado por la magia de la visión de Ezequiel donde se apuntaban las medidas del Templo de Jerusalén, hizo alarde de erudición como teólogo, filósofo, físico y matemático exponiendo sus resultados en Solomon´s Temple. Su intención, dado el carácter simbólico del templo, era conocer su forma para averiguar su significado. Pero ni siquiera un gigante del pensamiento como él, artífice de la Física clásica y de la mecánica celeste, pudo descifrar el mensaje mistérico subyacente en esa misteriosa forma arquitectónica. Y es que la sabiduría que el rey Salomón plasmó en la construcción del Templo parece estar más allá de las mediciones y los cálculos matemáticos.

 

NOTAS:

 

1.- Se dice que Salomón escribió el Cantar de los Cantares al mismo tiempo que se edificaba el Templo. Si en la poética simbólica del Cantar, Salomón habla en realidad de las nupcias entre el alma y el espíritu (entre el “yo” y el “Sí mismo”), el Templo de Jerusalén expresa arquitectónicamente esas mismas  nupcias, esa hierogamia o matrimonio sagrado entre la Tierra y el Cielo, pues su construcción se realizó conforme al modelo cósmico, según el cual el mundo terrestre aparece como el reflejo del mundo celeste, y en íntima comunión con él. Geométricamente esa unión se expresa mediante dos triángulos entrelazados, y el uno siendo el reflejo del otro, figura que es conocida precisamente como “Sello de Salomón” o “Estrella de David”. El rey sabio no hablaba sino de lo que acontece en el corazón del hombre (sede simbólica de su templo interior) cuando éste se reconoce a sí mismo en lo universal.

2.- La forma en que el rey Hiram de Tiro (ciudad fenicia ubicada en el actual Líbano) se dirige a Salomón cuando éste le solicita el material y los obreros para la construcción del Templo, sugiere que entre sus reinos existía una estrecha alianza, fraguada ya en los tiempos de David.

3.- Curiosamente esto último lo convierte también en un lejano antepasado de los alquimistas. En las crónicas más antiguas de los canteros,  el herrero Tubalcaín consta como uno de sus fundadores míticos, junto a sus hermanos Jabel (inventor de la geometría), Jubal (inventor de la música) y Naamah (inventora del arte del tejido).

4.- Crónicas, 2, 12-13. Igualmente en I Reyes, 7, 13-14, leemos: “Trajo Salomón de Tiro a Hiram, hijo de una viuda de Neftalí y de padre natural de Tiro, que trabajaba el bronce. Estaba Hiram lleno de sabiduría, de entendimiento y de conocimiento para hacer toda clase de obras de bronce”. En I Reyes 5, 14-28, también se menciona a un tal Adoniram, o Adonhiram, como el prefecto de todos los obreros. Sin embargo, es muy probable que Adoniram e Hiram Abif no sean sino el mismo personaje revestido con dos funciones distintas. Por otro lado, el nombre de Adoniram significa el “Señor (Adonai) Hiram”, que se complementa perfectamente con Hiram Abif, o “Padre Hiram”. Estas designaciones hacen de Hiram, en efecto, el jefe de un linaje espiritual (de ahí que sea llamado el “Príncipe de los Canteros”), receptor de una herencia tradicional que él transmite al reflejarla en las diversas obras realizadas para el Templo Hierosolimitano. No es entonces de extrañar que para los Canteros, Hiram aparezca con los rasgos de un héroe solar civilizador, que se sacrifica y renace permanentemente como el astro rey, tal y como expresan los ritos iniciáticos en los que él constituye el elemento principal.

5.- En realidad, gracias a la construcción del Templo se hizo posible la”conjunción” de estas dos formas de civilización, la nómada y la sedentaria (surgidas de la primera diferenciación de la humanidad primordial), conjunción en la que habría que ver, en efecto, el origen más antiguo, históricamente hablando, de la tradición iniciática liberal. En este sentido, señalaremos que en el contexto bíblico los nómadas eran los descendientes del pastor Abel, y los sedentarios del agricultor Caín, quien también fue el primero en construir una ciudad (Génesis 4, 17). A la primera de esas civilizaciones pertenece la tradición representada por Salomón, y a la segunda la representada por Hiram, por lo que la construcción del Templo también contribuyó a la “reconciliación” de los herederos respectivos de Abel y de Caín. De esta manera, lo que en un principio se había separado por razones de orden cíclico, vuelve a unirse con el reinado de Salomón (cuyo nombre quiere decir “el Pacífico”), abriéndose así una nueva página en la historia que repercutirá en el posterior desarrollo de la civilización occidental, especialmente durante la Edad Media, en la que el Templo de Jerusalén fue considerado siempre como la imagen misma del “centro espiritual” y prototipo de la arquitectura sagrada.

6.- La “idea”, u origen, que inspiró la construcción del Templo se debe desde luego a Salomón (idea transmitida por David, quien a su vez la recibió del Gran Arquitecto: “Tu hijo, el que pondré yo en tu lugar sobre tu trono, edificará casa a mi nombre”). Pero éste nada podría haber hecho sin la ayuda brindada por el rey Hiram, que le aportó los materiales y los maestros artesanos como Hiram Abif. Por otro lado, es interesante advertir que Salomón, el rey Hiram e Hiram Abif, constituyen los tres Grandes Maestros de la Orden de los Canteros, es decir que están en la cúspide de su jerarquía iniciática, y quienes los representan encarnan, simbólicamente al menos, las funciones respectivas de cada uno de ellos. Salomón representa la función puramente sacerdotal (la autoridad espiritual), el rey Hiram la función regia (el poder temporal), e Hiram Abif la función artesanal o propiamente cosmogónica.

7.- El Debir tenía una forma cúbica perfecta, pues tanto su ancho, largo y alto medían exactamente veinte codos cada uno. Esa misma forma cúbica es la que San Juan en el Apocalipsis describe como la de la Jerusalén Celeste, a la que el Debir (y por extensión todo el Templo de Jerusalén) ciertamente simboliza. Recordemos, en este sentido, que el Debir era el “lugar” (en hebreo mishkan ) de manifestación de la Shekinah, la “presencia real” de la divinidad: “Yo elijo y santifico esta casa para que en ella sea invocado mi nombre, y la tendré siempre ante mis ojos y en mi corazón” (II Crónicas, 7, 16).

8.- En su peregrinaje nómada el pueblo hebreo llevaba siempre consigo el Arca de la Alianza como su más preciado tesoro, aquello que lo justificaba como tal pueblo, cohesionando y dando sentido por su condición de centro sagrado a todos los aspectos de su tradición y su cultura.

09.- De ahí que la construcción del Templo ejemplifique también la creación del mundo, o del cosmos (concebido como una arquitectura), surgido del caos primigenio a partir de la manifestación del Logos que profiere el Fiat Lux ordenador. Recordemos que el Templo de Jerusalén tardó exactamente siete años en edificarse, guardando ello una exacta correspondencia con los siete días, o ciclos temporales, en los que según el Génesis fue hecho el mundo.

Isauro Gutierrez

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