Arístipo de Cirene (435 a. C. – 350 a. C.)

 Arístipo de Cirene (435 a. C. – 350 a. C.)

Pablo Manuel Ramos Vallejo

“Disfrutar de todos los placeres es insensato;

evitarlos, insensible”.

Plutarco.

Arístipo fue un filósofo griego nacido en el año 435 a.C. en Cirene, antigua ciudad griega, situada en el valle de Djebel Akhdar, en la región de lo que es la actual Libia, país del norte de África, ubicado en el Magreb. Lugar mismo donde Arístipo en su juventud estudió las obras de los sofistas. Y aunque no se sabe nada de su vida en particular, ni hay vestigios de su obra. Se dice que gozaba de una desahogada posición económica y que al igual que Platón —pero con mejor suerte— Arístipo visitó a Dionisio, tirano de Siracusa. Éste lo distinguió brindándole una vida lujosa e importantes retribuciones económicas. Sin embargo, Arístipo no pretendió intervenir allí en cuestiones de estado. Siempre mantuvo distancia de la actividad política, incluso en su ciudad natal. A esto decía, que se consideraba un extranjero hasta en su propia tierra. Bajo esta afirmación es bueno comprender el cosmopolitismo con que en esos tiempos las diversas doctrinas se identificaban.

Esquines nos dice, que poco tiempo después y llevado de la fama de Sócrates, Arístipose trasladó a Atenas y una vez asentado ahí, bajo la tutela de Sócrates, Arístipo de Cirene se destacó por ser el primero en enseñar la filosofía por estipendio, cuyo beneficio en parte, usaba para socorrer a su maestro, situación misma que desagradaba profundamente a Sócrates, esto lo sabemos también mediante el testimonio del filósofo peripatético Fanias Eresio, el cual nos dice que en cierta ocasión habiéndole enviado Arístipo veinte minas a Sócrates, éste se las devolvió diciendo que «su genio no le permitía recibirlas».

Luego de la muerte de Sócrates, Arístipo se volvió a su patria donde en los últimos años de su vida enseñó filosofía para subvenir a su sustento. A diferencia de su maestro, diremos que Arístipo cobraba sumas considerables por sus enseñanzas. Arístipo lucraba con el saber y se supone que pensaba de esa forma tan perspicaz, porque heredó de los sofistas una gnoseología escéptica bajo máximas como: «sólo el presente es nuestro, no el momento pasado, ni el que esperamos» o «Sólo podemos estar seguros de las sensaciones» y algunas otras que iban por la misma línea. Basándose en axiomas como éstos, Arístipo funda la Escuela Cirenaica, cuya principal doctrina es: reducir el bien ético a la búsqueda del placer y la repulsión del dolor, siendo así, el placer el bien en sí. Sin embargo y en contra del libertinaje y los excesos, también defiende el dominio de sí mismo, consistente en administrar lo valioso del placer, cuyo ideal es la forma moderada y suave. “La adquisición del placer implica la sabiduría para poder encontrarlo. El hombre tiene que ser dueño de sí, no debe pues apasionarse, sino disfrutar de la vida sin caer en las pasiones”.

Arístipo consideraba incognoscibles a las cosas tal como son en sí mismas. Por eso es que no podía sostener como ideal de vida la racionalidad y la ciencia. Por el contrario, era partidario de basar la vida en las impresiones, único dato seguro. Se excusaba diciendo que: “si nos atenemos a lo que éstas nos dicen, encontraremos que el bien es el placer y que sólo él puede servir como medida para juzgar los demás valores”. El placer es un “movimiento suave”, a diferencia del dolor que es un “movimiento áspero”. “Para conseguir el placer hace falta sabiduría y prudencia”. Estas virtudes señalan al hombre lo que le conviene, enseñándole a evitar no sólo el dolor sino también aquellos placeres que son causa de dolor. No hay entonces peor mal que la ignorancia.

Las ideas de Arístipo, aunque algo semejantes en el punto de partida con las socráticas, divergen de ellas notablemente en el fondo. Arístipo empezó por despreciar la dialéctica y dar importancia sólo a la ciencia positiva. A ello lo inducía el temperamento propio de una ciudad eminentemente mercantil. Arístipo defendió el nominalismo y el sensismo, al igual que Antístenes el cínico, pero diferenciándose radicalmente de él por su ética. La felicidad para Arístipo consiste en el placer; a mayor placer, mayor felicidad; y, como el placer más intenso es el sensible, éste es el que hay que perseguir. “Dentro del placer sensible sólo interesa el placer presente, sin que tengamos que preocuparnos por el futuro, ya que éste es incierto”. La frónesis, la prudencia, es la que guía en la búsqueda del placer, para saber elegir el más adecuado; pero recordando que el hombre no debe ser dominado por el placer, sino que el arte consiste en dominarlo por si mismo.

Es importante también, apuntar que no hay que confundir placer con felicidad. Recordemos que la felicidad según Los Cínicos, está en la supresión de las necesidades y entre éstas los placeres materiales. Para los Cirenaicos el placer se encuentra en lo que es permanente, moderado, duradero y no arrebatador. Es decir, la impresión agradable como es: contemplar la naturaleza, meditar, leer, crear, disfrutar la música, el teatro, la poesía, las artes. Porque el placer apasionado, el que se produce por las bajas pasiones, se cambia fácilmente por algo desagradable. O sea, el hombre debe buscar el placer como ser racional, no como animal. Así pues, al igual que sus pares de las Escuela Cínica y de la Escuela Megárica, Los Cirenaicossostenían que la felicidad es la tranquilidad que se obtiene por el autodominio, por “bien” entendían al placer inmediato y, en este sentido, se les considera hedonistas. Puntualizando que su hedonismo no parte del deseo de llevar una vida voluptuosa sino de la indagación en los fundamentos del valor.

Influidos por el relativismo de Protágoras, Los Cirenaicos entendían el conocimiento desde una óptica sensista y subjetivista. A las ideas y a los conceptos los tenían por inseguros y dudosos. Por eso, no compartían el punto de vista de quienes pretendían fundamentar el valor en meras especulaciones. Por el contrario, encontraban en el placer, que se percibe inmediatamente en la experiencia sensible, la garantía del valor, su evidencia.

El Hedonismo es pues, según la Real Academia de la Lengua Española, una doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión del dolor, como objetivo o razón de ser del hombre en la vida. En la doctrina Cirenaica se plantea que los deseos personales se deben satisfacer de inmediato, sin importar los intereses de los demás.

Por lo que respecta a la moral, La Escuela Cirenaica detesta la superstición y la religión y basa la conducta y el juicio mediante la experiencia y la razón. Siendo así que se anticipan las posiciones del humanismo y del iluminismo posterior. Tomando la afirmación de Sócrates de que la felicidad es uno de los fines de la acción moral, Arístipo mantenía que el placer era el bien superior. Él decía que las gratificaciones corpóreas, las cuales él consideraba intensas, eran preferibles a las mentales. Los Cirenaicos también negaban que debamos posponer la gratificación inmediata para la ganancia a largo plazo. En este respecto, como lo veremos en los próximos artículos, ellos difieren de los Epicureístas.

El Hedonismo como ya lo dijimos, se define como: “la Doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida”. Ahora bien, dentro del hedonismo en sentido estricto se pueden distinguir dos formas del mismo, de acuerdo con los dos significados que tiene el término placer. Éste designa al placer sensible o inferior, y al placer espiritual o superior. En consecuencia, habrá dos formas de hedonismo, llamadas hedonismo absoluto y hedonismo mitigado, o eudemonismo.

Por lo que se refiere al hedonismo psicológico, son varias las doctrinas existentes según la determinación temporal del placer. La teoría del placer de los fines o “hedonismo psicológico del futuro” sostiene que el placer personal es el único fin último de una persona.

El hedonismo en sí, no consiste en afirmar simplemente que el placer es un bien, ya que dicha afirmación ha sido admitida por otras muchas doctrinas éticas muy alejadas del hedonismo, sino en considerar que el placer es el único y supremo bien.

El término hedonismo puede tomarse en dos sentidos, lato y estricto. En el primero, hedonismo sería una teoría ética de gran amplitud en la que la palabra placer tendría un significado muy extenso, abarcando tanto el placer como la utilidad; en este sentido se encuadraría dentro del hedonismo el utilitarismo. En un sentido más restringido, el hedonismose diferencia del utilitarismo, fundamentalmente, porque el primero cifra el bien en el placer individual, mientras que el segundo afirma como bien sumo el placer, el bienestar y la utilidad sociales; es decir, el hedonismo tiene carácter individualista, el utilitarismo es de índole socialista en el sentido etimológico de la palabra. El punto de vista, que sostiene que la satisfacción humana se encuentra en la búsqueda y posesión del placer material y físico.

El hedonismo radical sostiene que todos los placeres físicos deben ser satisfechos sin ninguna restricción, mientras que el hedonismo moderado afirma que las actividades placenteras deben ser moderadas, para que así aumente el placer. En ambos casos el placer es la principal motivación del comportamiento.

Es importante hacer notar la trascendencia que el hedonismo ha tenido hasta nuestros días, pues dentro de la filosofía contemporánea se destaca la figura del filósofo francés Michel Onfray como abierto proponente del hedonismo. Él manifiesta que: “Se tiene la creencia que el hedonista en general es aquel que hace el elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que favorece el consumismo y las modas banales. Apreciación por demás globalizada y errónea, ya que eso lo clasifica él como un hedonismo vulgar que propicia la sociedad. Y contrariamente propone un hedonismo filosófico que es en gran medida lo contrario, esto es, del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento. Lograr una presencia real en el mundo, y disfrutar jubilosamente de la existencia: oler mejor, gustar, escuchar mejor, no estar enojado con el cuerpo y considerar las pasiones y pulsiones como amigos y no como adversarios.”

Otra figura destacable en defensa de este planteamiento hedonista es la escritora y sexóloga Valérie Tasso. Su libro Antimanual de sexo, intenta abordar desde esta perspectiva, el fenómeno de la sexualidad humana, con declaraciones como la siguiente: “El hedonismo es una actitud ante la vida. Es una filosofía vital que prima al instante sobre el devenir, que reivindica la valentía sobre el miedo, que respeta la materialidad y cuestiona el espíritu, que gestiona lo que sucede sin despreciarse por lo que nunca sucedió, que aprecia la lógica de la vida y cuestiona la lógica de la muerte, que sabe que lo suficiente es suficiente, que busca el placer donde está, no donde se busca, que hace de su cuerpo su aliado y no su prisión, que desea sin que lo esclavice su deseo, que emplea su tiempo más que su dinero. En resumidas cuentas el hedonista ejerce el difícil arte de establecer la paz consigo mismo.”

Ahora bien, La Psicología Positiva, basada en investigaciones científicas de psicología cognoscitiva, ha pensado muchas veces que sustentar la felicidad en la búsqueda del placer, “la vida placentera”, conlleva a un mayor índice de insatisfacción. La búsqueda de una felicidad auténtica, implica poner un mayor enfoque en el compromiso y el significado. La vida comprometida está basada en gratificaciones que no pueden ser adquiridas por atajos, como aprender un oficio o un deporte; se busca el flujo, que es el balance del reto con la habilidad. Por otra parte, la vida significativa son las acciones y creencias basadas en algo mayor a nuestro ego, acciones motivadas por un bien común. Se ha dicho, que aquellos que basan su felicidad en la vida comprometida y la vida significativa cuentan con un índice de mayor satisfacción en la vida. La “felicidad auténtica” es un concepto superior al simple hecho de estar fuera de dolor, sentir placer, o no sufrir enfermedades psicológicas.

Estos datos, sin embargo, no son científicos, sino más bien ideales. Y aún que la mayoría de neurocientíficos cree que nuestro cerebro posee un sistema de “castigo-recompensa”, haciendo liberar endorfinas, que son las hormonas reguladoras del dolor y del placer: lo que haría que los hedonistas tengan la razón. Se advierte que algunas partes de las teorías hedonistas puedan ser morales y no precisamente abordan un tema objetivo.

Para sintetizar lo antes dicho, señalaremos que La doctrina de Arístipo desea que el hombre sea siempre superior a sus instintos bajos, logrando así, que su placer se combine con una relativa libertad de espíritu. Tal superioridad la produce la cultura de la inteligencia. En ese punto estamos de acuerdo que se aproximaba a Sócrates, que consideraba también la ciencia como condición indispensable para la humana felicidad. Pero Arístipo reducía toda la ciencia y sus ventajas al dominio del sentimiento individual. La virtud, por tanto, no es para él más que la moderación en la fruición, pero moderación interesada, para que no se agote la fuente del placer.

Con la inteligencia cultivada, Arístipo distinguía los placeres sensuales de los intelectuales, los puros de los que llevan mezcla, los egoístas de los desinteresados. No subía a muy alto nivel moral aquella filosofía del placer. Arístipo acariciaba los instintos sensuales y combinaba las enseñanzas de su filosofía con los placeres de la vida mundana, conducta que sus discípulos y continuadores llevaron a las consecuencias que tan peligroso terreno indicaba.

Arístipo, indigno discípulo de Sócrates, pero digno antecesor de Epicuro, fundador de la escuela de Cirene o Cirenaica, afirmaba que el único criterio de la verdad se halla en las emociones internas. El origen de nuestros conocimientos es la sensación; el fin del hombre es la felicidad, y ésta consiste en el placer. Arístipo, era rico y empleaba su fortuna en proporcionarse una vida conforme a su filosofía. No admitiendo diferencia entre el bien y el mal, buscaba únicamente los goces. Tal ejemplo es contagioso; su fácil teoría parece que se arraigó en su propia casa; allí nació el hedonismo o doctrina voluptuaria, explicada sistemáticamente por su nieto Arístipo “El Joven”, enseñado por su propia madre Arete, hija de Arístipo.

Por el aspecto ético, diremos que el hedonismo, es considerado por muchas religiones, una actitud carente de moral, no porque aprecie algún placer, sino porque lo antepone a las exigencias del amor a Dios y al prójimo. Para algunas religiones, el hedonismo es una actitud egocéntrica que incapacita al sujeto para relacionarse con otros, a menos que sea para explotarlos y satisfacer su afán de placer. Por lo que se refiere directamente a la fe católica, ésta se opone al hedonismo, porque según, este mina los valores y virtudes de sus dogmas precursores del eudemonismo espiritual.

Es por esto que a todas las doctrinas que proclaman el deleite como bien supremo les conviene que no haya Dios, y acaban por negarlo; no es, pues, de extrañar que los discípulos de Aristipo cayesen en el ateísmo. De esa escuela salió Teodoro de Cirene, llamado el ateo.

Sin embargo, no debemos inferir que todos los filósofos de Cirene se extraviaran hasta tal punto; Aristipo, su fundador, fue discípulo de Sócrates, y los errores del discípulo no podían destruir de repente todas las doctrinas del maestro.

Así pues, Arístipo es el primer filósofo de la serie de los hedonistas, cuya escuela prosiguen en cierto modo Epicuro, Hobbes, Locke, Hume, Bentham, Stuart Mill, Spencer y más cercano a nuestro tiempo, el ya citado Michel Onfray.

Por todo esto, Plutarco nos dice que: “Disfrutar de todos los placeres es insensato; el evitarlos, sería insensible.

Es Cuanto…

Isauro Gutierrez

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